¡Era verano y me iba a las Américas! De esta vez, como profesora y tutora. ¡Quería sentir de cerca, el sueño americano!
Sí, yo, María Evangelina Cobo
Zaballa, hija de Ángel Cobo Hernández y de Juana Marta Evangelina Zaballa
Azcona, emigrantes en Sao Paulo, Brasil.
A pesar de los pesares, había conseguido una meta más en mi vida. Un pequeño
deseo se convertiría en realidad. Conocería en vivo y en directo, al pueblo de
los Estados Unidos de América.
Mis experiencias como emigrante están inmersas en el influjo de raíz sajona. Mi
hermano y yo, fuimos recogidos y queridos
por una familia anglo irlandesa, los señores, Maggy y John, padres de Helena, casada con Wilson que,
desgraciadamente, no he podido volver a saber de ellos por más que lo he
intentado.
Wilson, trabajaba con mi padre en la,
Diversey Wilmington del Brasil. Cuando
se enteró que mi madre estaba en el hospital nos llevó a su casa.
Wilson, vivía con sus suegros, en la Parada Inglesa , en el barrio de
Santana. Contaba mi padre que los antepasados de Mr. John y Mrs. Maggy,
cedieron terrenos al ferrocarril de la Cantareira y en agradecimiento, el apeadero de ese trayecto pasó a
llamarse, Parada Inglesa.
Después vino, la familia belga
alemana de mí amiga Frida, la de
Margarita de origen austriaca y
luego, el amor con aires de Danubio Azul recorriendo sus venas.
Mi juventud floreció junto a
los Kennedys,
Martin Luther King Jr.,
Ray
Charles,
Elvis
Presley,
Marilyn
Monroe,
The Beatles,
Soy hermana del, rock an roll, del twist,
del soul, del jazz, de los jeans, la coca-cola y me muero por un buen perrito
caliente y una enorme hamburguesa a la holandesa. Probé el éxtasis del amor literario en, “Lo que el viento se llevó”, y mi alma,
se estremeció con los asesinatos de,
John Kennedy y Martín Luther King Jr. Y pasados los treinta, elegí, como
asignatura optativa, literatura
Americana en la
Universidad de Deusto y en la Universidad del país
Vasco durante los dos cursos de doctorado opté por créditos relacionado con el
tema.
En el noventa y dos, nada más terminar los cursos de doctorado.
Conseguí una beca del gobierno vasco.
Sería la tutora y responsable de un grupo de jóvenes estudiantes, rumbo a USA. Estaba más contenta que unas castañuelas. Tenía todo dispuesto.
Junto con el equipaje llevaba una esperanza, trabajar como profesora de español. Se ganaba tres
veces más que aquí. Al mismo tiempo, me pondría
en contacto con el investigador que había realizado, una tesis sobre,
John Stevens, uno de los escritores y traductores que, según dicen, había
plagiado a la escritora española, María de Zayas y Sotomayor, razón de mi tesis
doctoral. Era una oportunidad. Estando allí sería más fácil. Eso, sin hablar
del dinerillo extra que entraría en mis bolsillos.
Antes de salir, prometí a los padres de
los alumnos que velaría por ellos como si fueran mis hijos. Y así lo hice.
Mis primeros quince días, en Milwaukee, Wisconsin, de ensueño. Fuimos acogidos
con esa alegría y generosidad que nace de la misma tierra americana. Las
familias estupendas. El lugar igualito
a una descripción de Walt Disney.
Verde, rodeado de lagos y de coloridas praderas. Edificios, mansiones y
casitas. Las casas, de lujo, no tenían verjas y por los jardines, aparecían y
desaparecían, ardillas, pájaros carpinteros y pequeños bambis.
Los habitantes de Milwaukee vivían en esas
casas y en otras, mayoritariamente, prefabricadas. Ocupaban su preciso espacio en terreno individual. No
faltaba nada. Cada una tenía, pequeño jardín y
piscina. Estaban situadas en los alrededores de la capital y componían reducidas comunidades de
vecinos. De iguales tenían que no usaban
verjas y en todas presidía la bandera. Mis alumnos y yo compartimos la misma
diversidad de alojamiento.
Como todos los nacidos en territorio
americano, las familias eran un crisol de mezclas. En mi zona predominaba la mezcla sajona. Por lo
general libres, afables, deseosos de
agradar y de hacerte la estancia feliz. La comida como en cualquier otro lugar, cada uno con la
particularidad de su bagaje cultural. Se alternaba, el chucrut con el potaje,
el churrasco con la hamburguesa, los espaguetis con el arroz y se tiraba de,
coca-cola y de cerveza. El desayuno abundante, el café flaco. El almuerzo
ligero y la merienda-cena copiosa y a gusto del consumidor.
Indistintamente de su credo o condición,
los vecinos, solían reunirse en fecha
estable para tratar problemas de su entorno inmediato. Las reuniones
eran rotatorias, estaban ideadas, organizadas y dirigidas por mujeres, vestigio ancestral de sus primeros escarceos
después de Mayflower.
Disponían, las reuniones en casa, por la mañana, tomando el desayuno. Cada una de ellas con su recién horneada tarta o fiambre, aportaba a la reunión noticias de las necesidades locales y su posible solución.
Disponían, las reuniones en casa, por la mañana, tomando el desayuno. Cada una de ellas con su recién horneada tarta o fiambre, aportaba a la reunión noticias de las necesidades locales y su posible solución.
La mujer americana tiene ante la vida una
actitud independiente. Van solas a doquier.
Sus actividades sociales son relajantes y enriquecedoras, tenis, bolea americana, encuentro con las amigas, participación
en actividades sociales y culturales.
Trabajaban dentro y fuera de casa. El
núcleo familiar aglutinaba las variadas
fiestas conmemorativas. En verano, al aire libre. Rodeadas de globos,
banderitas, farolillos, vecinos, amigos y familiares. Las mesas repletas de
dulces y pastelitos caseros. Subían, bajaban, entraban, salían, llevaban,
traían, en fervoroso movimiento familiar
y festivo, impregnadas de
entusiasmo y del olor a churrasco que
luego sellaría las ávidas bocas del
encuentro.
Devotas o no, vestían lo que les venia en
gana. Discutían de lo que querían y se posicionaban, en lo que entendían, sin
ningún tipo de miramiento. Tenían las mismas dificultadas que tiene una mujer
para llegar al mes. Las mismas quejas de los maridos, hijos, vecinos y
familiares. Achacaban, a éste o aquel gobierno, la subida de los impuestos, la
carestía de la vida y el robo descarado.
Las comunicaciones, así, como sus
carreteras, autopistas, amplias e interminables. Podías tomarte lo que quisiese
sin salir del vehículo. En los restaurantes, la comida más que abundante y el
precio razonable. En los grandes almacenes, te podías aburrir a la hora de
escoger. En la ciudad, tenías a tu alcance lo que en cualquier otra ciudad de
España, solo que todo era a lo grande, los edificios, comercios, cines,
teatros, museos, universidades y bibliotecas. Los becarios, admirados, miraban
la urbe como Alicia en el País de las Maravillas.
Paseando por sus calles y chapurreando con sus gentes,
puede percibir el orgullo negro con su belleza de ébano y su porte faraónico.
Me enteré de nuevos nombres de
mujer como, Scarlet O`hara y Melany. Conocí otras vidas como la de Hester Prynne. Supe de la existencia de
muchas cabañas del tío Ton. El Gran Gatsby merodeaba por el ambiente y Bukowsky
andaba de escaparate en escaparate.
En compañía de mi primera familia asistí a
reuniones, fui a la bolera americana, con la
Sra. Doña , Linda y amigas, participé en un
partido de rubby, Pasé un fin de semana con Robin y pareja pescando frente a un
lago. Me llevaron a conmemoraciones locales y nacionales. En una fiesta, de
tradición alemana, les conté la historia de mi vida y el porqué estaba tan
feliz y emocionada. Me enteré, que por sus venas corría sangre india y conocí,
la historia de amor de sus antepasados. Algo de ello había notado en los rasgos
de su único hijo, un chavalote alegre que nunca dejo de ayudarme. Cuando
enfermé, mi familia americana me
llevó al hospital. En el hospital
conocí, el justo modo de recetar. Las
pastillas para la rinitis fueron contabilizadas. Con mi primera familia y sus
familiares estuve en perfecta
armonía y no me faltó, cariño ni atención. Por tener, tuve, hasta,
un colchón de agua, una de mis más gratas sorpresas ¡Que gustirrinin daba dormir flotando!
Pero… ¡Qué poco dura, la alegría en casa del pobre! La mía duro, justo, lo necesario para
saber que no era difícil trabajar,
temporalmente, dando clases de español. Por mi parte, cumplía, religiosamente, el deber diario de
ponerme en contacto con mis alumnos y sus familias americanas. Todos estaban
contentos como trikitrichas. Bueno,
todos, todos, no. Tres de los jóvenes becados no estaban a
gusto. Intenté por todos los medios ponerme en contacto con los responsables de
la organización. Los estudiantes descontentos hicieron lo mismo. Como veía que
el tiempo corría, las vacaciones
transcurrían y que no se había dado solución. Comenté lo que sucedía, a mi familia
y a las del grupo y el asunto se resolvió.
Las familias del grupo se hicieron cargo de los tres becados. Yo, del todo
satisfecha porque hice todo lo que había
prometido a sus padres, velar por sus hijos como si de los míos se tratara. Los
jóvenes estudiantes habían venido a convivir con las familias americanas
durante sus vacaciones. Si, las
condiciones no se daban, justo era que, cuanto antes, se diera
solución para que pudiesen disfrutar del
verano aprendiendo inglés y conociendo, la cultura americana.
No sé como pasó y quién tiró la primera
piedra. Sin comerlo ni beberlo. Mi sueño americano se convirtió en pesadilla.
Esperaron a que regresara con mis alumnos
de una de las excursiones más significativas. Me invitaron a meterme en
un coche. Me sacaron de la familia. Me retiraron del grupo de estudiantes. Me
llevaron a otra familia. No me dieron explicación alguna. Y me dijeron que,
tenía que abandonar, el país de inmediato. La compañía que me había contratado
había prescindido de mi trabajo y me enviaba un billete para volver, a España,
al día siguiente.
La segunda familia vivía en una casa de
lujo no por ello fueron menos atentos y cariñosos. Me llevaron a conocer, las
praderas de Milwaukee. Supe que tenían cuatro hijos propios y uno adoptado.
Participe en una colecta solidaria y en un picnic. A grandes rasgos, les conté
mi vida y miedos. Les revelé mis sueños. Les dije que no pensaba
abandonar el país de forma alguna
y menos en aquellas condiciones. Dejé bien claro que estaba sola, en un
país extranjero, que tenía contrato y beca. Y, que lo único que había hecho era cuidar de los estudiantes, una, de ellos, menor de
edad. Añadiendo hasta la saciedad que el
bien de mis alumnos y mío repercutiría,
en el bien decir de su país.
Nunca supe quién tomó la, bendita,
decisión y digo, bendita, porque sabiendo lo que sé, ahora, estoy completamente
convencida que, los cocodrilos, la familia Lo Coco Cortázar, bajo el mando y
control del Excmo., e Ilmo., Gaetano Lo Coco Cortázar, habían decidido mi suerte. Ese año y por esas
fechas vendieron, sin mi consentimiento o autorización, todos mis bienes
gananciales y se los habían repartido.
En aquellos cruciales momentos, mi vida valía menos que una perra chica.
Me llevaron a otro lugar y con otra
familia. La carretera de acceso estaba custodiada por gigantescos
árboles que en lo alto se entrelazaban formando frondosas y
refrescantes catedrales, cuyas, verdes
cúpulas acariciaban, el cielo. La
mansión se miraba a un lago, sin mácula, era preciosa por
dentro y por fuera. Al verme aislada, lejos de los alumnos y sin poder
comunicarme con nadie, empecé a
preocuparme. Pero, como no había hecho nada de lo que me tuviera que
arrepentir estaba, así, como el lobo con un ojo cerrado y el otro
abierto.
A pesar de lo irregular de la situación, hice buenas migas con la
familia, P. sobre todo, con Mr. Bob. Ello sucedió inmediatamente después, de un
interrogatorio sobre mi vida y milagros. Nunca más volvió a preguntarme nada.
Mr. Bob era de ascendencia alemana y de vez en cuando, me hablaba en
alemán. Se dedicó a enseñarme todos los
gozos y conquistas de su valiente vida. Gracias, a él, tuve la oportunidad de
pasear, en un haiga. Me contó la muerte de su hijo en Vietnam y el dolor de la familia. Un buen día me
pregunto: ¿Quieres ver un refugio? Y, ¡allá que me fui a ver el refugio anti
nuclear! Con mucho sigilo y emoción me dijo: Ves, si un día pasara algo, aquí
estaríamos a salvo. Y, yo, con la naturalidad de la confianza que me había dado
le pregunté: ¿y… para qué quieres un refugio, si cuando salgas no vas a
encontrar nada donde rascar?…
Su mujer, me recordaba a, doña Meggy.
Menuda, con sus ojillos vivos y celestes y aquella manera tan especial de
mostrar su espiritualidad. Ella, hizo mi estancia llevadera,
en tan horrible situación. Se preocupaba por saber noticias de los alumnos y de mis hijos y las trasmitía con ternura y calma.
El matrimonio vivía con una hija, Miss R.
que sabía hablar español y tenía una gata que se llamaba, mariposa. Solía
cantar, “de colores de colores es el arco iris en la primavera”.
R., junto con una amiga, no me dejaban ni
a sol ni a sombra y me llevaron a todos los sitios que puede uno visitar. Pero
nada desvanecía, aquella pesadilla, ni
la desazón y la responsabilidad de no
poder estar con mis alumnos. Y como no lograba entender, nada de nada, pues,
nada.
Pasaron muchas cosas que no recuerdo con
precisión, el caso es que fuimos al consulado de España, en Chicago
para preparar mi regreso.
Sí. ¡Conocí la ciudad de los Alcapones! Me
llevaron al museo y circulé por aquellas
famosas calles, con el corazón a ritmo
de paso doble, sobre todo porque tenía cita con el cónsul de España.
Tomé conciencia de la gravedad de mi situación cuando, el
cónsul de España, me dijo: cuando estés
dentro del aeropuerto no te pares, en ningún lugar, ni hables con nadie y si te
hablan, en ruso no digas palabra. ¡Como no sea, da, ochichornia o spaziva!…contesté medio riendo.
La mueca del cónsul aclaró el resto ¡Hale!
¡Lo que me faltaba, espía rusa! ¡Buena burra hemos comprado pensé! Menos mal
que me avisó porque tengo costumbre de ponerme a charlar sin preocuparme, si, el que tengo delante es americano, ruso,
africano o chino mandarino. ¡Es un hábito de infancia! Criada como me crié
entre emigrantes de toda raza, credo y color. Y, siguiendo el significado
de las siglas de mi colegio, SAA,
solidaridad, altruismo y amor...
Hoy,
hace diecinueve años que fui a misa con la familia P. Nunca podré
olvidar, día, hora, lugar. Festividad de
Santiago, a media mañana, en la iglesia Episcopal de Milwaukee. Mrs, P. me
cogió de la mano y me dijo: eres muy
fuerte y muy valiente, nada ni nadie impedirá que consigas realizar tus sueños,
ya lo verás. Ahora reza…Y recé ¡Ya lo creo que recé! Como en la vida había rezado y lloré, de verdad
que lloré como una Magdalena, mientras, el sacerdote bendecía, el cáliz.
No sería la última vez que me sucedería
algo parecido en otras fechas, otro país y con otras gentes.
* Durante
el verano de 1992, sin ni tan siquiera sospechárlo, un grupo de gente cuidó
de mi vida y hizo posible que llegara, a mi destino sana y salva. Desde aquí,
quiero agradecer, a cada uno de vosotros y de vuestras familias, el
esfuerzo desinteresado, en beneficio de la justicia y de la propagación del
bien hacer y bien decir de un pueblo. Muchas gracias, os recuerda con cariño, Eva.
María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)
* Watson…No sé quién hace
esto ni el porqué… ¡Ni desde cuando!
Pero
como veo que le gusta tanto…tanto…tanto…mi blog…hasta el punto que sale su www.mybestcv.co.il/TextPage.aspx?id=7978235
He decidido añadir los textos
y de esta manera dar más satisfacción al insatisfecho…
Aviso…yo, no comercializo con
mis artículos…letrillas…letrinas…traducciones… ¿Vale?