Los sssss... de Jacinto Lo Coco Cortázar, en verano, frecuentaban mi casa...
Hacerme
cargo de hijos ajenos era natural. Mis padres y hermanos habían vuelto a, Sao
Paulo. Yo, estaba, sola, con mi primer hijo y con la soledad que sufren, las
mujeres que tienen, como marido, a un tarado. Me había desmejorado mucho.
El
energúmeno, no dejo pasar ni un mes de la boda para actuar como lo que era, un
monstruo. Abandonada a mí suerte, sin cariño, sin afecto y sin dinero. Jacinto,
pasaba olímpicamente de mí. Sin embargo, estaba empeñado en que me
relacionara con amistades
que hacían cosas jamás vistas, en vivo y en directo, y, más
escandalosas que en las novelas permitidas de la época.
En
sus fiestas, las parejas, se mezclaban, sin ningún tipo de pudor.
La ignorancia, los pocos años, el amor que había rodeado mi adolescencia y
juventud; al lado de las personas que influyeron en mi carácter con su ejemplo
y rectitud, no me dejaba entender lo que a posterior entendí.
Era
gente bruta, abotargada por los excesos, fea y sucia que disimulaba, el olor
corporal con grandes dosis de perfume francés. Sus reuniones, un manojo de
estupideces juntas. Cualquiera que no estuviera medio piripi o
borracho como una cuba, se aburría más que matando un cerdo a besos.
Los
amigos, las amigas, las cuñadas y sus cuñados se podían tirar horas
hablando de las cocochas que se habían comido y los pedos que habían soltado,
las parejas de turno, mientras, echaban un polvo. Para más
descotorro, se criticaban y despellejaban a quienes estuviesen bajo su prisma.
Abyectas y corruptas me preguntaban a ver cuál de
los maridos me gustaba más…Uno de ellos, cabezón, borrachón y cabrón, me
intentaba meter mano, siempre que podía, y, luego, me guiñaba el ojo. Hasta, que
probó el insistente pinchazo del imperdible. Arma secreta y disuasoria en
extremes cause.
Jacinto,
se enfadaba mucho porque decía que, yo, era bastante salvaje y que tenía que
ser, más simpática y agradable con sus amigos, porque eran gente muy
importante e influyente. Sin ellos, decía, poco tenemos que
hacer para captar clientes para
la fábrica.
No
me creía lo
que me decía porque, en Sao Paulo, llegamos a tener tres imprentas, con un
montón de empleados. Todo el entorno de emigrantes, quien más, quien menos,
cuidaba de su propio negocio. Los vecinos italianos, doña Filomena y Don
Antonio, una
empresa de construcción. Mi novio una de productos químicos. Desde pequeña
frecuenté sus fiestas y allí, no veía nada de lo que, a menudo, pasaba aquí.
En
una de esas fiestas, el marido tiró a la mujer, completamente,
borracha a la piscina. Después, se tiró él. Y detrás, se iban desnudando y tirándose, de uno, en uno, de
dos, en dos… Cuando el cabezón, borrachón y cabrón se me abalanzó, le di
semejante patada, en las pelotas, que nunca más volví a
necesitar del imperdible. A partir de eso, pasaba manteniendo a
raya la distancia y mirando de reojo.
No
me gustaba aquel ambiente ni el modo que tenían de relacionarse. De bar, en bar
comiendo y bebiendo como cerdos. Y con las criaturas tragando el humo de
sus cigarros y puros. Pocas veces participé de aquellos encuentros y nunca me
integré.
Mi
vida era trabajo casa. Casa, trabajo. Cuando, los sssss...de Jacinto venían a
casa, me desvivía, eran tan buenos. Por general, venían Ca,
Na y Riajo. Me hacían mucha gracia porque aparecían ataditos a la
mano de Riajo. Riajo, era la madrecita de Na. y de Ca. Este
último, hasta los seis años, no había quién le entendiera palabra. Era, la
madrecita, quién hacia de interprete.
Los
quería. Cuando podía, me los llevaba de excursión, al monte o de merienda.
Tengo varias fotos haciendo una chocolatada, en el
Castillo Ocharan. Una merendola, en Cotolino… Me querían.
Lo sé. Y me miraban con
el cariño que mira un niño a un ser que por momentos les hacía sentirse
protegidos y felices. Durante los diez años, que duró el
matrimonio, frecuentaron mi casa con alegría, confianza y cariño.
Qué
les ha llevado a portarse de la manera como se comportan, no lo sé. Solo sé
que, Carlos López Lo Coco, ha colaborado, en el libro, “Aciughe salate alla
vera carne: Historia de los salazoneros italianos en Cantabria”, del escritor,
Luís Javier Escudero Domínguez y los datos facilitados, faltan a la
verdad. El mismo tipo de colaboración ha realizado, el Ilmo., y Excmo., Gaetano
Lo Coco Cortázar, en el libro del escritor, Nicolò Lo Coco Sanfilippo, “…Paese
di Mare…”
La
empresa, Conservas Nicola Lo Coco S.A., era propiedad de Jacinto Lo Coco
Cortázar. El capital de la empresa está constituido con mis bienes gananciales.
Y la patente, Ángelo Parodi, era propiedad de, Jacinto Lo Coco Cortázar,
también, comprada con bienes gananciales. El fraude se realizó en la notaria
Arenal, bajo el notario, Don José Jesús del Arenal y Bedoya.
Y
por si no te has enterado…
*
Alla vera carne de mi carne…
http://mariaevangelinacobozaballa.blogspot.com.es/2011/06/alla-vera-carne-de-mi-carnede-mi.html
Memoria histórica: el
trapicheo
El comedor de anchoas
* Notaria
Arenal
*
Excmo., e Ilmo., Porco
“El artículo 451 del Código Penal castiga al que "con conocimiento
de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o
cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución ocultando, alterando o
inutilizando el cuerpo, los efectos o los instrumentos de un delito para
impedir su descubrimiento".
María
Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)