Habían pasado más de cuarenta años de la compra de la vivienda familiar, en Sol Mar...
Y... veintisiete
años viviendo fuera de la comunidad. En nuestro particular caso, la
vecindad hacía y hacen parte del núcleo familiar de personas queridas.
Lo, mismo, en Castro-Urdiales que en Castellón de la Plana , en las
Arenas que en San Sebastián. En España que en *(1) Brasil. Sea en comunidades de
ciento cincuenta vecinos que en comunidades de treinta. En piso de propiedad o
en alquilado. Compartiéndolo con, dos, persona que con ocho. Con porteros y sin
ellos. Nunca he tenido roce, disputa o discusión. Es más, sin la ayuda de los
vecinos no hubiera podido solventar ciertos episodios.
Me
refiero, principalmente, a hechos puntuales graves y de necesidad. En, la Rua Ana de
Barros,8, Sao Paulo, Brasil, sin la pronta ayuda de las
vecinas, Alejandrina, Irene, Elisa, Leopoldina,
la mayoría de mis terrores de *(2) niña madre, se hubieran convertido, en
angustia y calamidad. Sucedía lo mismo, en la calle, Judith Zumkeller.
Allí, Filomena
y María,
se ocupaban de mis vicisitudes tempraneras.
En
Sol y Mar crié a mis hijos junto a hijos de vecinos,
porteros y jardineros. Los porteros hacían parte del entorno protector. Cuando
los necesitaba los tenía y con ellos a sus familiares. Sus hijos y los
nuestros constituían el elenco juvenil de los juegos infantiles. Usaban mi
camarote para realizar pequeñas habilidades artísticas. Ni
una sola queja, ni un solo disgusto.
De la
comunidad de Sol y Mar, en Castro-Urdiales, guardo un especial cariño y
agradecimiento, a vecinos que salieron en mi ayuda cuando, mi marido, Jacinto
Lo Coco Cortázar acompañado de un grupo de Fuerza Nueva, invadieron mi piso.
Si no hubiera sido porque entraron en acción y llamaron a la Guardia Civil y a
los Municipales, hoy, puede que no lo estuviera contando.
Eran
las dos de la madrugada. Vivía con mis hijos, en el
piso de matrimonio, piso que la audiencia de Burgos y posteriormente, la Audiencia de
Santander, había designado como vivienda. Escuché voces y golpes en la puerta.
Por la mirilla, vi como, Jacinto Lo Coco Cortázar y
otros, bajaban
del camarote. Arriba, todavía, había gente…
-Por
los años ochenta, en el piso de en frente vivían, la hija de María
Ángela Lo Coco Cortázar, Vincenza D´Amato Lo Coco, Francucha y
su hermana, dos, personas al servicio de Vincenza. El piso donde vivían fue
comprado con dinero de gananciales para pagar, una deuda que Jacinto Lo Coco
Cortázar, había contraído antes del matrimonio. Cumplía meses desde la denuncia
interpuesta en la Guardia Civil por
abusos y a continuación, las medidas provisionalísimas de mujer casada. Un día,
cuando fui a entrar, en mi casa, salieron las tres, me agarraron por la espalda
y me asentaron una, buena, somanta. Logré zafarme a mordiscos. Fui atendida y
socorrida por Don, Agustín Monteoliva. Mis hijos y, yo, no estábamos asegurados.
Todas las consultas que necesité y las medicinas que precisé nunca fueron
cobradas. Cuando, el Dr. Monteoliva, se enteró de mi situación sanitaria y la
de mis hijos me dijo, sin titubear, hasta que regularices tu situación,
aquí, tienes, la consulta privada para lo que necesitéis…-
Recordé
la paliza y puse remedio casero, al evento, sartén con aceite a calentar. Pensé…
como intenten tirarme la puerta, al primero que entre, le abraso.
Bajaron
y empezaron a forzar la puerta. En esto escucho, a uno de ellos decir: ¡Anda
dejarlo que han llamado, a la policía! Me aseguré que bajaban, y por el hueco
de la escalera solté, el aceite hirviendo. Alguien dio un alarido. Cerré la
puerta y de inmediato, salí al balcón de la cocina de
donde se puede ver la entrada a la comunidad. Se
habían resguardado en el portal de enfrente, para mi suerte, porque es un
portal con acceso único. Pensé…por donde han entrado… tendrán que salir…
Era
primavera y hacía bochorno. Las plantas estaban sofocadas y las macetas hervían
al tacto. Fue una reacción instintiva de defensa e indignación. Tenía que
lograr que, aquellos, energúmenos permanecieran atrapados hasta que la policía
entrara. ¡Empecé, a tiestazo limpio! Arrojaba
las macetas, desde, un séptimo, piso hasta la entrada del portal. Entre la
altura y la sequedad de los tiestos, el ruido era estrepitoso. Lo suficiente como para que a los delincuentes, les entrara unas ganas locas de salir
de la trampa. Dieron disparos, al aire, pero, hasta que no llegó, la Guardia Civil
no dejé de lanzar artefactos, de terracota.
Dos
de las familias que estaban viviendo dieron fe de lo que había sucedido. Hubo
condenas pero… yo, como siempre, no tenía dinero para seguir peleando y mucho
menos ganas. Había recién terminado de ganar la batalla de mis hijos y de mi
casa, no estaba el horno como para más bollos. Nunca podré agradecer, lo
bastante, a los vecinos de Sol y Mar lo que hicieron por mí y por mis dos
hijos. En
ese, y, en otros, episodios parecidos de mi
vida.
Además,
del cariño y protección que nos brindaron los vecinos de Las Brisas, en
Las Arenas. Guardo en el recuerdo, una muestra de humanidad extraordinaria.
Feli y su marido, no midieron esfuerzos cuando, mi hijo, sufrió un terrible
accidente. Nos dieron su tiempo, su coche y su capacidad de reacción
para acompañarnos, en todo momento, hasta dejarnos en buenas manos.
En
Castellón de la Plana , mantengo la amistad y
el cariño con los vecinos de entonces, en particular, con Victoria y Teresín,
piezas fundamentales de mi vida y sabedoras de quién era, el ex, en qué
condiciones nos dejaba y cuales eran sus tendencias.
Con
la muerte de Jacinto, volví a la vivienda familiar de
Castro-Urdiales, en Sol y Mar. El patio, se había modificado para mejor. Los
vecinos de siempre, sin cambios, tan humanos y bien avenidos como habitual. Las
familias, seguían la estela de solidarios y afables. ¡Buena gente! Era
una gozada ver, a los hijos de aquellos niños y adolescentes que, entonces,
frecuentaban mi casa. -En el camarote, creaban sus
divertidas piezas teatrales, y los preparativos para la venta de
chuchearías- Ahora, convertidos en padres, observar a sus
retoños era como ver repetido el tiempo pasado. Sus caritas, sus risas y
gestos, una vez más, pululaban entre los portales, por los jardines y patios.
Sentí
la falta de los antiguos porteros y personal de servicio. Sr. Feliciano, Sr.
Benjamín y el Sr. Cubano, así llamaban, al jardinero que, por cuatro perras
tenía, el jardín hecho un primor. En aquellos tiempos, no hacia falta decir a
los porteros que la puerta de la entrada tiene que estar cerrada. Tampoco,
había que decir que, la claraboya que da acceso, al tejado
tiene que estar candada. Y menos, había que avisar, a la administración, para
hacer entender, al Sr. portero, que la correspondencia se da a la persona
denominada, en las cartas. Tampoco, había que asesorar que, si la persona está
o no está, en casa, no tiene que informar a quién pregunte, para eso está, el
timbre y para eso, se paga el sueldo a un conserje para que
suba y
constate si la persona está o no está. Y menos, hacia falta recordar que,
todos, los vecinos pagamos igual y merecemos, el mismo trato. Tampoco,
había que decirles que las llaves de la comunidad no pueden estar en manos de
terceros. Y menos, había que asegurar que quienes pagamos somos los
propietarios no la administración. Tampoco, había que recordarles que la
normativa de trabajo es para todos iguales, al trabajo hay que venir limpio de
residuos vinateros.
Pero,
claro, en aquella feliz época… Tampoco, había, en la comunidad, propietarios ni
porteros, en estrechísima,
relación con gremios de la construcción ni con el ayuntamiento de
Castro-Urdiales. Y tenemos una de averías…de las de Pepe gotero y Otílio…
Y…a
mi entrada y salida… hay quienes… rocían y preparan, mi piel… para el
guiso que amenazó, Daniel. Porque, en Sol y Mar, me está pasando lo que me
pasaba, en Portugalete. Donde, dos, únicos vecinos, intrínsecamente
relacionados con el ayuntamiento y con los gremios de la construcción, se han
apoderado de mi propiedad y han hecho y desecho lo que han querido y quieren.
Desde
que tengo cuarenta y siete años llevo soportando, a esta banda de
acosadores, de aquí y de allá. Elementos organizados
para el robo de personas que están en mis mismas circunstancias. La
documentación y los nombres de las personas implicadas, en los respectivos
ayuntamientos, se encuentran…
*¡Macario,
muñeco! como te vuelva a ver alrededor, la próxima, pongo señas y apellidos. Lo
mismo digo,
al de, los toldos, al amigo del hijo, del Sr., del
Colmo de Portugalete, al chico del dieciocho y a los tapiados. Iros a vigilar a
la vuestra ¡Qué raro…! Esos, pajaritos triperos, pertenecen al gremio de la
construcción, electricistas, escayolistas… Suelen acompañarme, toman el mismo
autobús y en el sitio donde llego está, otro, de la banda esperándome. En
Bilbao, el enlace del de los toldos, es uno de Portugalete, que vive en… ¡Tú,
puerco, ojos negros! Y se lo he dicho a mi amiga…y a la amiga de mi amiga…Y la
amiga…se lo ha dicho a su amiga…Y su amiga les ha visto…y se lo dicho a…
*(1)
*(2) Con doce años y medio estaba al cargo de la casa y de mis hermanos. La
pequeña recién nacida.
*(1)
María
Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)