Hace cuarenta y seis años que regresé de Sao Paulo, Brasil. Llegué con dieciocho años y completamente destrozada. Pesaba cincuenta y dos kilos, diez menos de lo habitual. Había dejado al amor y con el mi particular mundo ¡Hay penas que no matan, pero, ayudan a morir!
Cuando
sucedió trabajaba, como secretaria, en el despacho de abogados, Pinheiro
Neto&Gomes de Souza. Me
despedí de los compañeros y poco más. No hice lo mismo con las
amistades íntimas. No quería arrepentirme. Solo quería poner el océano por el
medio y no volver. No volver para no darme de cara con la realidad y ver al amor con otra…
Vine
a parar en casa de mis tíos, Antonia y
Amado. Gracias a mi esfuerzo y tesón
había logrado un nivel cultural normal para una joven emigrante española. Sin terminar los estudios primarios…Año y medio, en mí
querido colegio, SAA. Un cursillo comercial, en el instituto Santana, otro de secretariado
ejecutivo, en el instituto Rio Branco y para de contar. Los idiomas los aprendí por inmersión, luego vino el
aprendizaje oficial. En el Instituto Yázigi, Aliança Francesa, el italiano, con
una beca del instituto Dante Alighieri y el alemán con el profesor Estanislao.
-
Nada mal, si lo comparaba con el resto de las muchachas de Castro-Urdiales.
Pero, lejos de lo que estudiaban, mis amigas de Sao Paulo y de mis propios
deseos. A mí, me apasiona la ciencia y todo lo relacionado con la medicina, en todas sus variantes,
principalmente, la investigación-
Llegaba
de un país libre, crisol de razas y credos. El ambiente donde crecí era un
núcleo de trabajo y esfuerzo diario. Casi todos los del barrio éramos hijos o
nietos de la emigración. ¡Nadie estaba a verlas venir! A las seis de la mañana
de trajín en trajín, hasta, las siete de la tarde. Los matrimonios que podían
trabajaban fuera de casa y las hijas, mayores, cuidaban de la prole. Aquellos, que no tenían hermanos
pequeños trabajaban de día y por las noches estudiaban. En el barrio de Santa
Inés, solo había un pequeño bar, el de
los padres de Walter, hoy, marido de mi amiga Frida.
Aparte
de las familiares se guardaban cuatro fiestas, Navidad, Carnaval, Pascua y San
Juan. El resto del año del tajo al trabajo y del trabajo al tajo. Cada cual
educaba a los suyos según su raza y religión. Todas las mujeres eran Doñas
fueran hijas de fulano o nietas de mengano, vivieran, en mansiones o en
barracones y solo había una Señora, “Nossa Senhora da Aparecida”. Dios estaba en todas las partes y todas las
partes eran un solo Dios. Te vestías como te venia en gana y nadie te miraba
con ojos de locha o de cordero degollado. Los vecinos formábamos una gran y
bien avenida familia. “Nossa Senhora… quanta saudade!”
Salvo
el paisaje y los motes de los habitantes de Castro-Urdiales, nada era igual. Lo
más doloroso fue tomar conciencia de que mi abuela Flora, ya, no estaba para protegerme. Porque mi abuela, Flora, a
pesar de las mascadas que me metía, nunca me dejó sola.
-Los golpes que se propinaban, a los pequeños, era
producto de la edad y de los tiempos. A ésta me la doy una buena somanta… Pero…
¡ojito que no me la toque nadie!-
Las
diferencias sociales y culturales eran como las existentes entre, La
Regenta y Gabriela Clavo y Canela. Y de nuevo las sombras… los marrones…los azulones…Y de
nuevo a los cielos plomizos…a los montes pelados...A
los murmullos…políticos…chismorreo…eclesiásticos…cotorreos
mundanos…bisbiseo…de polvorones…y…miedos…por los rincones.
Y
mientras tanto, fiesta por aquí y fiesta por allá. Que si la virgen del Carmen,
que si la de la Asunción ,
que si el Corpus Cristi, que si la
Magdalena y el Pilar. Romería
a la Aparecida patrona de la
montaña, en Ampuero. Romería en Sámano, Mioño, Otañes, Santullán, Cerdigo,
Allendelagua, Oriñon.
Boga
que te boga, en la ría y boga que te
boga, en la mar. Regatas en Castro-Urdiales, en Santurce, Portugalete, Laredo,
Santoña, Santander. Y ¡tarari tarari tarari!
El toro va a salir y ¡olé! ¡oolée! ¡oooléee! Corrida de toros en las mejores
plazas sin olvidar los, famosos, San Fermines, los toros embolados, vaquillas y
demás animales castigados.
-Adoraba
y adoro el arte que exhibe la fiesta taurina, el colorido, la música, las carretas, las manolas, las flores, los
rejoneadores los toreros, el capote de grana y oro… los caballos los cascabeles y los toros. La ceremonia, su puesta en escena es de por sí y en si bella. No puedo decir lo mismo del
sufrimiento que se les inflige a los animales ni el fatal desenlace. Habría que
dejar al toro sin picar y perdonarle la vida. La fiesta sería perfecta.
Si
la iglesia modificó el oficio de la sagrada misa del latín a lengua vernácula y
de cara a los fieles no de espaldas. ¿Por qué no se puede modificar el final de
la fiesta? ¡Matar la fiesta nunca!
Puestos a recortar que recorten la pena
de los animales-
Y
conciertos por aquí y venga verbenas y más verbenas…
Así
fue como fui conociendo a Castro-Urdiales y sus gentes. Gracias a mis tíos y a
las fiestas que se sucedían sin parar enterré, en parte, la procesión que llevaba dentro. No parecía haber mucha
diferencia entre las amigas que había dejado, en Sao Paulo y las del pueblo. Y,
si las había no me las hicieron notar.
Lo
que sí noté era como se relacionaban. Los chicos con los chicos y las chicas
con las chicas. Los ricos con los ricos y los pobres con los pobres. Doña mengana
y Doña cipriana porque eran hijas de, Don Restituto y Doña Perseveranda, y
porque vivían en el palacio Ocharan o en
la Barrera. Dios
no estaba en todas las partes solo en la iglesia. Y si te vestías con la ropa
que traías del Brasil, cuyo colorido era calido y alegre, te miraban con ojos
de locha o de cordero degollado. ¿Y la familia? La familia…no recibe. Gracias.
Los
mozalbetes con los que nos relacionábamos eran majos, sencillos. Los menos, se
quejaban de que no podían estudiar y que no habían suficientes empresas para
trabajar. La mayoría de ellos o trabajaba la tierra o iban a la mar.
La
tierra daba para comer y poco más, pero, los aldeanos siempre tenían un par de
duros, en el bolsillo, prietos bien prietos. Las aldeanas bajaban al mercado con los burritos cargados hasta los dientes.
Ataban a los preciosos animales debajo de las escuelas públicas, frente a la
plaza, donde mostraban, vendían y regateaban
el ahínco de sus manos. Pasado el medio día de vuelta a las aldeas con los
burros, ahora, fornidos de enseres de
necesidad diaria. Media libra de carne donde Romayor… Las morcillas de Rufino
Laca…un par de fanecas de Jesús el potroso…unas hogazas de pan donde el
caimán…las barras grandes de Reixa…que si las agujas donde la Pitusa …
“Sita,
haber si me encuentras un buen pedazo de tela para echar un remiendo porque…
éste marido que tengo… rompe más que un mulo y el bombacho tiene que durar
hasta la próxima primavera”
Que
si a la botica Verde de la plazuela… que si donde, Don Agustín Monteoliva, el
médico… que si los sellos donde Estefanía…que si a la ferretería de Agote… a la
de Solaun… ¿y como no?...
Allí…
medio escondida entre los arcos de la Correría … había un encantado lugar dónde todas
las mujeres adquirían rangos nobles y artísticos en, inmediato, plis-plas. Los
motes, osa, alipumpo, cagatangartes eran reemplazados por, Soraya, Fabiola, Sisí,
Sarita Montiel. Todavía hoy, cuando me paseo por tan exóticos andurriales,
puedo recordar a mi tía, Antonia, diciendo a la princesa, Farah Diba… la arena,
las bolas maravillosas y el estropajo
van en el fondo de la cesta…
Los
marineros, unos en alta mar, a por anchoas, a por bonito, otros, cerquita a lo
que la mar ofrecía. La bahía de Castro-Urdiales rebosaba barcos, botes y
motoras. Con su… hoy…te…arr…ui…no… era
lo que decía escuchar la mujer del
marinero cuando, desde el muelle, divisaba la motorilla vacía. Y parecía verdad porque, la marquesa del Manjúa, mandaba apuntar, en destartalada libreta, lo que
acababa de comprar, chicoria, una oreja
de bacalao y jabón del chimbo…ya sabes… Amado… que no falto…cuando abran las fábricas
te pago…
Era
primavera. Plena costera de anchoa. Y el muelle, las calles, las plazuelas, los
comercios y las casas despertaban de su acostumbrada parsimonia y se orquestaba
la melodía del trabajo, de la eficacia y de las ganancias sin que nadie les diera
cursillos para alcanzar su meta. ¡Pura artesanía!
La
flota pesquera de Castro-Urdiales gozaba de muy buena salud y se podían contar
los barcos de bajura por decenas. Pescadores habían sido sus abuelos, sus
padres…era tal la profesionalidad adquirida y la cantidad de barcos que iban
viento en popa a toda vela que sus nombres se repetían, El María Ester…El nuevo María Ester… el
padre…Salvador… el hijo… Salvadorillo…
La
industria conservera era fuerte. La pesca que entraba se subastaba
en la venta…y saltaban las
bolas…y cantaban los números…y se adjudicaban la compra…A principio de
temporada las anchoas iban para el
mercado fresco…por lo general, comprado por mujeres,
Paca Azcona, María La Chapao ,
La Chopera ,
Gumer… A medida que las capturas iban aumentando y los costes del producto
bajando, entonces, eran los fabricantes quienes se llevaban la pesca. Del
muelle a la fábrica y de la fábrica al muelle desfilaban, camiones carros y
carretillas y alrededor, cual abejas
laboriosas, las manos obreras libaban las flores del mar que les aseguraría el
sustento suyo y en buena medida la del
pueblo.
La
mayor parte de las anchoas para conserva se elaboraba en fresco, es decir, se
descabezaba y se destripaba de inmediato. Cuanto antes se metían en sal mejores
eran los resultados. Era uno de los secretos de, las anchoas, saladas “alla
vera carne”. Para conseguir la inmediatez precisa se trabajaba a destajo. Y las
fábricas se llenaban de mujeres, adolescentes y niños que venían de los hogares
humildes de Castro-Urdiales y aldeas.
-Se
decía que las manos de las mujeres y de los niños estropeaban menos la pesca…
¡Mentira podrida! Como decía, Carmelín,
un chavalote espabilado que desde niño trabajaba en la fábrica…cuentos
italianos…no contratan a hombres porque tienen que pagar más… ¡a ver que le
pasa a la difunta si la descabezo, yo! Y se descojonaba de risa…-
Por
venir venían, hasta, de Sopuerta. Venían a por el chamisqui… las pesetucas…para
regalar una falda a mi madre…recordaban, en el bar Alfredo, antiguo, Tita. Con sus delantales improvisados… sus katiuskas
y el bocadillo envuelto en papel… La
chavalada andaba revuelta como gatos
alrededor de las anchoas y como meninos,
después de comer, solían recostarse en las paredes de las fábricas o despatarrarse,
al sol, panza arriba, haciendo cuentas de lo que iban a ganar y como lo iban a
fundir.
Se
habían abierto las fronteras…era el boom de lo extranjero…de los Misters…de los
bikinis…a lo Brigitte Bardot…Y los cuatro y el del tambor que no trabajaban, hijos de tal y tal y requetetal… ¡más retros
que los pelos del culo, que saben que les van a cagar y no se apartan! Tan perpelutes como los padres que los crió se
dedicaban a pasearse, a lo Don Juan, con extranjeras y de seguido contaban la cantidad
de polvorones cepillados y *(1) rapapolvos ventilados ¡Paparruchas!
Los
infelices salían, en safari, a la caza de las francesas e inglesas. Las jóvenes
extranjeras que, en sus países de origen, disfrutaban de la libertad que en
España, aún, no había llegado, usaban a
los insensatos a lo *(2) Guillermina Mota.
Tanto es así que, muchas de ellas, venían en busca del semental de turno que les proporcionara unas
vacaciones sin gastos y bien aprovechadas. Lo sé de buena tinta… cualquier día… publico
una de las cartas que me escribieron contando lo de Julio y Angosto, con pelos
y señales… ¡Una que tiene lenguas!
¡Los
jóvenes hacían…eso! Seguro, os podéis imaginar que hacían los más pellejos.
Esos…bueno…No hacían soñaban…. y por las mañanas contaban sus fantasías, muchas
de ellas compartida con sus propias mujeres…
Recuerdo
una pareja a la que llamaban, Ginger Rogers y Fred Astaire. El chupado del Fred
debió de tener alguna de las mencionadas ensoñaciones porque cuando pasaba, él,
miraba que quitaba ropa y ella, pobriña,
se aferraba y me miraba como si se fuera a enterrarle los huesiños. Fijaros a
que punto llegaron las frustraciones de
aquel par de calenturientos y salidos, pedorros
que prohibieron a la sobrina
hablar conmigo.
En
su escandalosa ignorancia, los cuatro y el del tambor, no sabían distinguir
entre la educación de la mujer francesa y la educación de una americana. La educación
de la mujer en España y la de una mujer,
española, emigrante. Para sus males, tuve la desgracia de tener que
poner a más de una mosca del vinagre, en
su respectiva tinaja. Era la única manera que tenía de hacerles entender que…
¡No estaba la tajada en el plato por falta de gato! Añadiendo con recochineo
que tanto la tajada como el plato eran míos… Y no me lo perdonan…y si no me
creéis… ¡preguntárselo a León y a sus cachorros…!
* (1) Rapapolvo: RAE, represión áspera.
* (1) Rapapolvo: RAE, represión áspera.
* (2) Yo
en amores soy muy ligera
Guillermina
Motta
¡FINALMENTE HE CONSEGUIDO MANEJAR LA UBICACIÓN: CASTRO-URDIALES, SOLO ME FALTA LA HORA!
María
Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)