Hay veces, Watson, que no hay mal que por bien no venga…Ayer, era uno de esos días que mejor estás en casita bien abrigadita.
Hacía un frío que te quitaba hasta
los más calenturientos pensamientos. Pero,
en Castro-Urdiales y no celebrar, San Andrés… ¡pues, como que no puede
ser! Sobre todo para quienes viven de la
mar y sus recuerdos porque lo que es ganar la soldada, como antaño, pasó a la
memoria colectiva. La dura realidad es que, en Castro-Urdiales, ha desaparecido
la flota pesquera.
En
la Cofradía
de Pescadores, San Andrés, esperaba, en
chicha calma, a que los remeros le llevasen en procesión hasta la iglesia de
Santa María. Vestían sus mejores luces
pueblo y autoridades y los chiquillos revoloteaban curiosos y
expectantes. Viejos lobos de mar unos en
azul marino otros en ropa de estrenar repasaban anécdotas vividas. Y, sin previo
aviso surgían, en el muelle, tendidos más de una docena de cachalotes,
ballenas, congrios gigantescos, morenas enormes y rapes descomunales. Sin
olvidar el olor de las tormentas y los llantos por los muertos.
Las
marineras, recordaban a los suyos, también, alguna que otra peripecia ocurrida,
en la Cofradía
cuando, el Manco, cantaba las bolas. Unas, vestidas a la vieja usanza, otras, de
actualidad cuidaban que todo estuviera a punto para la celebración, los panes,
los pescados, los cestos y los retoños que llevarían las ofrendas al Santo. Mario, mi nieto de leche,
junto con, Lucía, la nieta de Clara y Magdalena daban la nota ingenua de
solemnidad.
Santa
María engalanada, rebosante y serena. Y, a pesar de reunidas las autoridades solo
se escuchaban alabanzas al santiño, a Dios y cánticos, al pueblo, a sus gentes
y a la mar… De pronto, se rompe la quietud y alborota el silencio un inusitado
repicar de campana… Es el acompañamiento que brinda el seglar junto con los
aplausos que fieles y fariseos propinan, agradecidos, a Los Templarios. Misteriosamente, se habían convertido en coro de ángeles y arcángeles dirigidos por manos celestiales que volaban por el altar
como blancas palomas al ritmo de Izaskun Franco Zabala.
María
Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)