martes, 25 de enero de 2011

AUGUSTO ALGUERÓ Y LOS EMIGRANTES





Hace cincuentas años, la emigración fue tan inevitable como ahora...
¡A nadie se le antoja dejar la tierruca porque sí! Son muchas las necesidades que cubren  esa  difícil     decisión. No obstante, hoy, disfrutamos de servicios que antes pocos hubieran imaginado. Telefonía a la carta. Televisión en directo. Móviles para todos los gustos e Internet, ¡bendita Internet! Con sus chats… blogs… Y, aunque ser emigrante no es plato apetecible, cuando no hay pan… buenas saben las tortas...
Tan solo ha pasado  un lustro desde que a los españolitos nos llevaban de a ración, a tierras lejanas, junto con la esperanza y la ilusión guardaditas en maletas de cartón. Nosotros íbamos… antes… como ellos vienen ahora... Primero…quién podía sustentar la familia… luego… el resto… y con ellos… tíos… primos… y… los amigos del pueblo. 
Aquellos emigrantes, pequeños, menudos, mocosos, teníamos poco con qué mantener nuestro hilo afectivo,  familia, amigos, lengua, para ser breve, con la tierra que nos vio nacer. Sus paisajes, sus colores y sus gentes…Solo, la lectura de las escasas cartas venidas de España y alguna que otra revista apenas calmaba las ansias de noticias.
Para los emigrantes españoles, el gran acontecimiento nacional era el  día del estreno de una película española. Los mayores, con Sarita Montiel, Carmen Sevilla, Lola Flores. Niños y adolescentes con Pablito, Joselito, Marisol y Rocio Durcal. 
Los domingos y días de guardar, los españolitos, acudíamos al cine sin cita previa, pero, sabíamos que allí, nos íbamos a encontrar con los paisanos, gallegos, catalanes, vascos, asturianos, andaluces…Aquello parecía el día de las misiones porque  los adolescentes, metidos en  flirteos, llevábamos acompañamiento internacional. Brasileños, criollos, africanos, alemanes, chinos portugueses, italianos… con sus pelos engomados… rubios como la cerveza…con sus ojitos rasgados… Todos nos alegrábamos o entristecíamos con lo que es común a los pueblos.
Las películas eran subtituladas, nosotros, entendíamos de inmediato y como niños fardábamos de nuestra superioridad. Se escuchaban nuestras risitas anticipadas, nuestros cuchicheos en  complicidad chismosa. Alguna que otra graciosa exclamación, ¡Mira, fulanito,  igualito que Perico, el burro del abuelo! Los ojos pegados  a la pantalla, devorando, uno a uno, los pequeños detalles que te recordaban a lo tuyo, tu esencia primaria… el sonido de la banda sonora en “El pequeño ruiseñor”…y… Joselito, cantando con aquel gusto y aquella voz… 
Y Marisol, la inolvidable, Marisol, cantando “Estando contigo”, en la película, “Ha llegado un Ángel”… Casi siempre salías tarareando los estribillos, “Estando contigo, contigo, contigo de pronto me siento feliz”… 
En tus catorce lo vital era crecer y curiosear,  como ahora y siempre, te bombardeaban con el nombre de la foto en el cartel. Los autores de las bandas sonoras y de las canciones aparecían de refilón mientras te acomodabas en el sitio. Fue a tiempo pasado… cuando llevabas  a ver, las mismas películas, a otras generaciones… te dabas cuenta de la importancia que tuvo y  tenía para  aquellos pequeños emigrantes españoles, las melodías y canciones  compuestas por Augusto Algueró.  Con sus canciones, los criollitos brasileños, hijos de españoles nacidos fuera de España, además, de una cura de nostalgia aprendían y practicaban, sin darse cuenta, la gracia y el salero del idioma español y los novietes también…Porque de las películas infantiles españolas en tierra lejana…  lo más importante… lo que te quedaba… eran las acciones de los maravillosos pequeños grandes artistas… y… sobre todo…sus canciones encantadas.

Se ha ido Augusto Algueró…
No, su música dorada
Pues con esmero bordó
Forjando en la emigración
Cariño a la tierra amada

Adiós,  amiguito,  escondido…
Dulce recuerdo de  ayer
Blanco como el piano querido
Música que sabía a miel


María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales    (Cantabria)