martes, 11 de febrero de 2014

RECUERDOS DEL POCILLO


Omar era un lobito

Pastor alemán
Que  Pinto y Manolo
Acostumbraron muy mal
Compartía la cerveza
En el Pocillo de los Frailes
Luego iba al Capitol
A seguir tomando aires

Watson, tengo que ponerte al día, pero, no doy abasto. Y no puedo dejar de terminar la tarea por más ardua que pueda parecer. Ya pueden caer chuzos... yo como las alcalinas. Faltan dos cosucas…Sonó la flauta y me di de cara, con Tigre, por casualidad. Fíjate iba buscando fotos antiguas de la Rua y ¡zum! el milagro de Internet. Ahí que se me presenta la estampa familiar. Una foto que mi padre mostraba, allá, en Sao Paulo. Y vinieron a mi encuentro los seres queridos, sus amigos y vecinos. Así que… ¡Ya conoces a Tigre! Compañero de habitación y de secretos de cocina. 
Con los abuelos, Tigre. Con mis padres, en Brasil, Donald, Linda, Laika, Pancho y el inolvidable Genaro. Con mis hijos, Omar, Katia y Lamia.

Omar creció entre  la chavalada de Sol y Mar. Cuando cachorro le llevaba en el carrito de la compra hasta el Pocillo de los Frailes. Era muy bueno… ¡Qué voy a decir yo si era la mascota de la familia! Solo tenía un pequeño vicio…le gustaba agenciarse con las cabezas de bonito que los pescadores utilizaban como carnada. La primera vez pensé que lo hacia para jugar, apenas, era un lobito…Pero, no. Le gustaba apropiarse de las cabezas de bonito. Por más que le comprara… ¡Nada! Le sabían mejor aquellas que estaban descuidadas al lado de la caña. No había manera que devolviera lo ripiado. Se tiraba al mar y sólo conseguíamos divisar dos orejas.

Era tan gracioso el hurto y la huida que los pescadores le dejaban un trozo a posta. Por lo demás, no teníamos queja. La tenía tramada con uno que le había dado una patada y cada vez que le veía, desde el balcón, enfurecido le enseñaba los colmillos. En el patio se relacionaba con los más íntimos y jugaban al escondite. 
Katia, vino a  participar de la familia cuando lobito cumplió el año. 
Como de costumbre, en casa, se presentó la pandilla. Contaron las aventuras y desgracias de la gatita y prometieron buscarla una familia...Y la encontró. Entró y se quedó.


Pequeñita
Asustada
Con los ojos verdes
Y la piel manchada

No maullaba
Temblaba
Tan chirriquitina
Tan abandonada

Pobrecita mamá
Vamos a curarla.

Tiene garrapatas.
Heridas en el hocico
Las orejas chamuscadas.

¡Manos a la obra! Preparé un baño desinfectante y los amigos festejaron  la novedad. ¡Mira, mira, está chulísima! Sí, como la pantera rosa. ¡Y tanto porque al agua le añadí mercromina! Subieron todos a ver a la nueva inquilina rosa…Omar, la acogió como un buen padre y durmió entre sus patas hasta que se hizo adulta. Katia y Omar se querían y se respectaban. Nos fuimos a las Arenas y Omar se tuvo que dejar, en Castro-Urdiales. Katia vino con nosotros. Dos meses antes de desaparecer  había venido, Omar, hacernos una visita. Los primeros lametazos y manifestaciones de júbilo fueron para Katia, que feliz por el encuentro ronroneaba que daba gusto. No creo que Katia se escabulló porque sí…lo más seguro es que echaba de menos a Omar y fue a su encuentro…¡Para que luego hablen de los animales!

María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales   (Cantabria)