En
la calle de los, profundos, recuerdos…
No
hacía falta que fuera día de difuntos para contar cosas, extraordinarias o
milagrosas. http://www.youtube.com/watch?v=kfFbH9feYu8
Junto,
con la cultura sajona tuve el privilegio de estar rodeada de la madre África.
Doña, Alejandrina, supuso, un remanso de sosiego y alegría para mis terrores y
angustias de niña-madre. Estaba, al cuidado de, mi hermana y cuando, no,
conseguía calmar el insistente llanto, me iba a todo correr, a casa de
doña, Alejandrina. La cara de preocupación, decía todo. La, sabia, mujer,
tomaba mí pequeña, la revisaba entera y me la devolvía, calmándome y diciendo,
son gases, Martita, ha tragado mucho aire…y se reía… Nada, voy
a preparar, una manzanilla con anises y tú, le darás masajes, en la plantita de
los pies.
Era
grandota, con unos enormes ojos castaños y unas manos capaces de consolar, al
más afligido de la tierra. Vivía, cerca de mi casa, bajando, la calle, Ana
de Barros, a la izquierda. Su marido, se llamaba Don, Alejandro y era alto y
delgado, con una sonrisa, impecablemente, blanca. Del color de las jaboticabas,
sus perfumadas pieles y tan suaves y sedosas, como los coloridos lazos
de raso y terciopelo
que lucían sus moñitos. Una, interminable y entrañable familia.
En
días lluviosos, arribábamos, sin remedio, en casa de, Tito y Sueli, sus
dos hijos pequeños. Por más atareada que estuviera, jamás, nos botó. Solo un
sitio nos estaba, totalmente, prohibido bajo pena de expulsión perenne del
acogedor refugio. Era, un pequeño barracon, a dos pasos de la casa, dónde,
decía la vecindad, doña, Alejandrina, hacía macumba…
-No,
os podéis imaginar qué, me pasó el día que doña, Alejandrina, me pescó espiando
por entre las rendijas…Y… ni tan siquiera soñando adivináis… qué, creí ver,
entre, vasijas, botes, baldes, tarros, plantas secas, piedras, plumas, lazos,
estampitas de santa, Bárbara de san, Judas Tadeo…Me miraba sonriendo…nunca, le
había visto tan feliz…-
Según
llegábamos, nos
íbamos acomodando. Sentados, alrededor, de la mesa o curioseando por doquier.
Mientras, doña, Alejandrina, trajinaba, en la cocina, Creusa, tiraba de la
plancha, Wilma, plegaba, la ropa, nosotros, Tito, Suelí, Waldir y Ángela…
saboreábamos, los bolinhos de fubá, recién salidos del
horno, Sin ceremonias, como lo más natural, doña, Alejandrina, tenía esas
dulces maneras de encandilar, al personal. En mis doce añitos, nunca me quedaba
claro, si, la irresistible ganas de vivir para siempre, en casa de doña,
Alejandrina, era por los pastelitos, por las ayudas de socorro o por las
historias que nos contaba…
Solía
suceder a eso de las cinco y media de la tarde…y entonces, empezaban, las
pequeñas historias familiares y los acontecimientos que habían marcado sus
vidas. Doña, Alejandrina, se remontaba a gazapos de bisabuelos
y recuerdos
de la esclavitud…tenían marcas de los grilletes…y para divertirse y espantar su
males, cantaban…y doña, Alejandrina se ponía a musitar por lo
bajito una canción…”Escravos
de
Jó jogavam caxangá”… ella, decía “escravos con escravos” y no, “guerreiros con
guerreiros” y aquellos que habíamos terminado de comer jugábamos, con
las canecas del café. Creusa, contaba sus particulares, anécdotas y
pequeños, chistes.
Pero…irremediablemente,
acabábamos dónde se había dejado, la vez anterior… ¿Y que pasó? Sí, ¿qué fue
del Saçi Perere? ¿Volvió a aparecer? Y, doña, Alejandrina, abría, los ojos
grandes muy grandes. Miraba para todos, los lados. Se agachaba. Nos llamaba
para que fuéramos, donde, estaba y cuando estábamos, todos,
juntitos, muy juntitos, ponía, el dedo, en signo de silencio y
decía, despacito… despacito… No, os mováis… que el Saçi Pereré, está aquí…
Uiii…digo,
ahora, pero en, aquellos, momentos solo se escuchaba, el latir del
corazón, en las sienes y un frío insoportable bañándote la nuca. Salíamos, del
relato, pero, el Saçi Pereré, tardaba, mucho, en irse de nuestras cabezas…
Así,
transcurrían nuestras vidas en aquellos años en que
éramos felices…y no lo sabíamos…
Ahora,
a mis sesenta y tres años, los relatos
de doña, Alejandrina, unos, de tradición oral, otros hechos
reales y en particular, las vivencias experimentadas, en el prohibido barracón,
inevitablemente, me recuerdan lo que, últimamente,
me esta pasando…
Cuando
comencé, a investigar, los papeles que Jacinto, había dejado. ¡Ni por el forro
pensé que iba a encontrar lo que encontré! Entre, las cartas una, repasa,
sin perder hilo de quién era, la propiedad que, está, en la calle, Siglo XX,
14, antes, General San Jurjo. Era de sus abuelos, maternos, Jacinto Cortázar
Urresti y Narcisa Zaballa Castañondo.
A
medida que investigaba, el papeleo que, el difunto, había dejado en casa y
desenredaba, la
madeja
histórica, y sus recovecos. Sucedieron, dos hechos muy significativos y
con, ellos, más documentación. Desde que llegué a,
Castro-Urdiales, en 1966, tengo por costumbre, visitar a mis muertos. Los
abuelos paternos, Flora y Ángel, están enterrados, en el nicho, nº 91. Cuando
puedo, les hago, una visitilla y en su santo, no, les falta flores de, ésta, su
nieta-hija. El año que descubrí que, Jacinto Cortázar Urresti, no
había testado, por lo que, la usurpación de la herencia a sus otros dos hijos
es evidente.
Ese
año… no he de olvidar. Compré un terreno. Tenía, otro, entre manos. Pero…
compré ese… y no otro. En menos de 24 horas realicé, la
operación. A poco, me quedo sin, él, por tonterías. Pero, compré el terreno…
Ya,
había entregado, la señal, tenía que echar un vistazo. A las cuatro iríamos, a
Otañes. En cima de la mesa del salón, un montón de papeles que estaba
ordenando. A la vista, la respuesta de la solicitud de últimas voluntades de,
Jacinto Cortázar Urresti y, en el mismo sobre, los certificados enviados para
el trámite. Miré de reojo, hasta que mis pupilas se fijaron, en el nombre del
pueblo, donde, había nacido, Narcisa Zaballa Castañondo…Otañes. No sé
porqué…pero me estremecí…y mis poros manifestaron el estremecimiento… Al
día siguiente, empecé a preguntar, a los mayores del pueblo, qué, me sabían
decir de Narcisa.
Una
prima de la suegra, me dijo que la rama de, Narcisa Zaballa Castañondo,
procedía de Otañes y que, les llamaban los Molineros porque eran dueños de un
molino. Quiso decir, el nombre, con certeza, no sabía, si, se llamaba, el
molino rojo del puente o el puente del molino rojo. De cualquier manera, no
deja de ser, un buen título para una novela. Fui directa a la guía telefónica,
efectivamente, encontré ramas de la rama, sus orígenes y realidades y me puse
en contacto…
Me
fui enterando de más y más retales de la vida de la santa, Narcisa.
Había fallecido
bastantes años, después, que su marido. Estuvo condenada a sufrir, el
fallecimiento del compañero, la temprana muerte de su hijo, José. Al año, la
muerte de su nuera. Tuvo la desgracia de tener, a su otro hijo, Chomin, en el
penal de Santa María, luego exiliado, en África. Y, los cuatro nietos,
hijos del fallecido José, lejos.
Según
palabras del nieto, Narcisa Zaballa Castañondo, cargó con todo el trabajo de la
casa. A la muerte del marido, se instalaron, en la vivienda del matrimonio,
para siempre, Nicolò Lo Coco Cefalú y Josefa Cortázar Zaballa. Los
abuelos de Jacinto Lo Coco Cortázar, vivían, en calle, La Rua , 17, 2º piso. De primeras,
comprado por Nicolò, luego donado y registrado, a nombre del Ilmo.,
Excmo., Gaetano
Lo Coco Cortázar, y que hace parte, del gran manjúa que tiene retenido, en su
criminal buche, la Inmobiliaria Diodon S.A.
Y,
ella, Narcisa Zaballa Castañondo, pobrecita, se quedó sola, en Castro-Urdiales,
sin que nadie velara ni tan siquiera por sus huesos…
-¡Ilmo.
y Excmo. Gaetano Lo Coco Cortázar, PORCO. El piso de la calle, La Rua , 17-2º y desván, te lo
donó, tú, padre, Nicolò Lo Coco Cefalú, y aunque, el poder que te da la fuerza
del dinero robado y el título que dices poseer…
Cualquier,
mortal puede comprobar que lo que, aquí, se
dice, está, en el registro de la
propiedad
de Castro-Urdiales. Que la juez no ha querido ver… ¡Ya verá! Que arrieros
somos… ¿Otra vez se va a repetir la historia? ¿Robar en suelo español con la
ley española, antes y ahora? ¡No!
Ilmo.,
y Excmo., Gaetano Lo Coco Cortázar, ex magistrado de la Audiencia de
Roma. ¡PORCO!-
Porque
resulta que, la prima, de la prima, de una vieja amiga de la familia, decía que
habían tirado, el cadáver de, Narcisa, a la huesera…Fui a la parroquia para
saber, en qué fecha se había celebrado, el entierro. El párroco de Castro-
Urdiales, me ayudó en lo que pudo y, no, midió esfuerzos, en buscar, en los
archivos y firmar el certificado. Con la misma, certificado de últimas
voluntades de, Narcisa Zaballa
Castañondo.
No testó. A continuación, al archivo municipal. Después, de
idas y venidas, vueltas, contra vueltas y revoltijos. Tengo el certificado del
archivo municipal de cómo, Narcisa Zaballa Castañondo,
no está
enterrada, en el cementerio de Castro-Urdiales
De
verdad, os prometo por mí, eterna, salvación que, no, creo pueda olvidar ese
año.
Llega
tiempo de difuntos… el día de todos los Santos…. Como de costumbre, preparo,
flores para todos los familiares y .allí, me voy…A Ballena, unos de los
pequeños, cementerios, más, lindos y con solera artística del mundo, según, las
enseñanzas de mí padre, el poeta, Ángel Cobo Hernández. http://www.youtube.com/watch?v=iGQv-4R4r4s
Año
tras año, nada de particular. Limpiar, la morada de
mí progenitor, poner flores,
frescas o naturales, (no soportaba, las flores artificiales), rezar, charlar
con los vecinos del pueblo y calmar las nostalgias en el, agradecido,
ceremonial del recuerdo. Es, el, único, sitio dónde se ensalza, lo bueno, y, se
corre un tupido velo, indiscutible,
tributo al que tienen derecho, los que tuvieron, a pesar de todo, el valor de
vivir.
Sólo,
se escuchan las graciosidades, peripecias, y bondades del santo, en cuestión…
¡Mira que era, chistoso!...Y… la vez que apareció vestido de Kun Fu… ¡Jo!
Miguel…qué guapo y qué joven… Parece que les estoy viendo llamando a la
clientela… ¡Oye! Soraya… a ver si vienes a pagar el, cuartillo…y tú, Fabiola,
no te olvides…
Ese
año, pero, sería diferente…Estaba, junto al nicho de mis abuelos, rezando
y recordando, los buenos momentos…De pronto, una fuerza que
no,
sé explicar… dirige mis ojos hacía arriba… Miro por mirar.
¡Vamos!! Que no era mi intención mirar… Y de sopetón, leo, el nombre de
Jacinto Cortázar Urresti…Me quedé contraída, gélida, con el corazón, a brincos
y, aquella, sensación de nuca mojada… Cuando superé, el forzoso tránsito, me
acerqué lo más que pude para ver si era verdad, lo que había leído, puesto,
que, yo, sin gafas no puedo leer y estaba sin ellas…Me puse las gafas yyy…y…
y…Buuu…eee…nooo…
Sí,
estaba escrito, Jacinto Cortázar Urresti…
…Y
en aquel, momento solo escuché,
el latir del corazón, en las sienes y un frío insoportable bañándome la nuca…
Llevaba
más de cuarenta años visitando, a mis abuelos…y, casi, en cima de su nicho, en,
el nº 85, está enterrado, Jacinto Cortázar Urresti.
A
partir de entonces, a Jacinto Cortázar Urresti, no le falta, unas
flores… ¡Qué
les hubiera costado, a los cocodrilos poner a la santa,
Narcisa,
junto a su marido, pobrecita…
¡Descansa
en paz!
María
Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales (Cantabria)