sábado, 1 de diciembre de 2012

SAN ANDRÉS COFRADÍA SANTA MARÍA





Hay veces, Watson, que no hay mal que por bien no venga…Ayer, era uno de esos días que mejor estás en casita bien abrigadita.
Hacía un frío que te quitaba hasta los más calenturientos pensamientos. Pero,  en Castro-Urdiales y no celebrar, San Andrés… ¡pues, como que no puede ser! Sobre todo para  quienes viven de la mar y sus recuerdos porque lo que es ganar la soldada, como antaño, pasó a la memoria colectiva. La dura realidad es que, en Castro-Urdiales, ha desaparecido la flota pesquera.
En la Cofradía de Pescadores, San Andrés,  esperaba, en chicha calma, a que los remeros le llevasen en procesión hasta la iglesia de Santa María. Vestían sus mejores luces  pueblo y autoridades y los chiquillos revoloteaban curiosos y expectantes.  Viejos lobos de mar unos en azul marino otros en ropa de estrenar repasaban anécdotas vividas. Y, sin previo aviso surgían, en el muelle, tendidos más de una docena de cachalotes, ballenas, congrios gigantescos, morenas enormes y rapes descomunales. Sin olvidar el olor de las tormentas y los llantos por los muertos.
Las marineras, recordaban a los suyos, también, alguna que otra peripecia ocurrida, en la Cofradía cuando, el Manco, cantaba las bolas. Unas, vestidas a la vieja usanza, otras, de actualidad cuidaban que todo estuviera a punto para la celebración, los panes, los pescados, los cestos y los retoños que llevarían  las ofrendas al Santo. Mario, mi nieto de leche, junto con, Lucía, la nieta de Clara y Magdalena daban la nota ingenua de solemnidad.
Santa María engalanada, rebosante y serena. Y, a pesar de reunidas las autoridades solo se escuchaban alabanzas al santiño, a Dios y cánticos, al pueblo, a sus gentes y a la mar… De pronto, se rompe la quietud y alborota el silencio un inusitado repicar de campana… Es el acompañamiento que brinda el seglar junto con los aplausos que fieles y fariseos propinan, agradecidos, a Los Templarios. Misteriosamente, se habían convertido en coro de  ángeles y arcángeles dirigidos por  manos celestiales que volaban por el altar como blancas palomas al ritmo de Izaskun Franco Zabala.

María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales    (Cantabria)