lunes, 17 de septiembre de 2012

LA FAMILIA CEBOLLOS




En un pueblecito no muy lejano vivían cuatro primos hermanos, tres varones y una hembra, los Cebollos. Nadie del lugar se había apercibido  que aquellas  continuadas disputas por  herencias, robo a vecinos y crímenes habían sido cometidas por sus descendientes.
En los oscuros entresijos de la familia se mezclaban cleptómanos, camorristas, ladrones, criminales, infanticidas, violadores y pedofilos.  Los vecinos sabían cosillas de cosucas... pero... nunca llegaron a desentrañar, el meollo. Tenían la información recogida con alfileres…
- Mira la fulanita…tanto… Doña tal y Doña cual… y cuando llega, a la plaza, las aldeanas dicen que tienen que andar con un tiento de...  ¡Agárrate que viene Doña Melona!…así la llamaban porque era muy melosa muy melosa y se llevaba lo que podía sin pagar a Rosa - 
La familia se multiplicaba y se desplazaba, también, su marca familiar. Poco se podía saber de aquellos que emigraban. No ocurría lo mismo con los habituales del pueblo…La noticia conmocionó el país. Salió en el Caso: madre mata a su bebe recién nacido. Los lugareños horrorizados se persignaban  y  con terror bisbiseaban  lo que apenas  entendían.
Y pasaron unas cuantas generaciones y las distancias entre  los que vivían, en el pueblo, y los que habían anidado, en otras regiones y  países fueron acortándose  y  sucedió lo que tenía que suceder. Independientemente donde estuvieran y el rango social que ostentasen, los Cebollos,  trasmitían su pedigrí, y, curiosamente, el antídoto para pasar desapercibidos. 
Habían desarrollado un modo de defensa, muy sutil, que les valió de escondite desde tiempos inmemorables. Quién de los  primos  empezó primero,  no se sabe. Lo cierto es que, una vez casados,  el salva conducto, de los Cebollos, era denominar  a los descendientes, popularmente reconocidos por  camorristas, cleptómanos, criminales,  con el apellido materno. Como el Cuco ponían los huevos, en nido ajeno…. De este modo, las aberraciones cometidas por el royalty, Cebollo,  no coincidían  y pasaban sin hacerse notar  por el corre ve  y dile  habitual de los pueblos.
Los delitos cometidos por  los Cebollos estaban ocultos, en el enredo del tiempo y de los apellidos. Doña, Melona,  no era Melona Cebollo, sino Doña, Melona de Trola.  Quien había matado, a su bebe, no era de la familia de  los  Cebollo era familia de las Lechuguitas y quien había violado, a su hijo, no era su primo, Cebollo, era…
El telón de acero se vino abajo cuando uno de los Cebollos se mete, en un partido político. No se sabe si  llevó,  primero, el reloj y después las joyas de la corona…  Dicen que entre él y uno de sus primos venidos del extranjero cometieron  los crímenes sociales más corruptos de la historia de un pueblo.
Habían robado los bienes a sus legítimos herederos, bienes incautados por el régimen. Habían construido viviendas sociales, en el solar robado. Habían vendido las viviendas sociales. Habían alquilado las viviendas sociales sin ser amonestados. Y desde el poder que les otorgaba, el cargo había aniquilado una empresa y se habían repartido los beneficios.
Y no fue todo. Los primos, Cebollos, dicen organizaron al resto de sus descendientes, cleptómanos, camorristas, ladrones, violadores, infanticidas y pedófilos formando, un clan  que se dedicaban a lo que fuera menester para que los mancebos permaneciesen, cómodamente, en el poder gracias a los votos, prebendas y jaculatorias recibidas  a cambio.
El clan estaba tan sublimemente elevado que no necesitaba hacer el Camino de Santiago para alcanzar la gracia divina. Papá Estado y Mamá Justicia les otorgaba el Paraíso, en  tierra de  Santos Inocentes y la Santa Madre Iglesia… ora arriba… ora abajo...
Con los nuevos tiempos el analfabetismo había sido erradicado,  las distancias culturales se habían aminorado  y la nueva tecnología aproximaba a las gentes, en   el saber y conocer.  Y en aquel pequeño pueblecito el saber ya no era  exclusividad  del poder. Cualquiera, con enseñanzas, al estilo de Luís Soriano  y sus  Alfa y Beto,  podía  entrar en una  hemeroteca y enterarse de los hechos acontecidos aquí y acullá. Y los datos de los Cebollos se acumularon y se contrastaron por los habitantes del lugar. Y pasito a pasito  separaron  las distintas ramas y pusieron  a cada Cuco, en su nido.
Aquella familia  tenían un afán enfermizo y  desmedido por todo lo ajeno  cuerpo, alma y bienes materiales. Eran manipuladores, atroces, perversos y despiadados monstruos sociales.  Su pasatiempo predilecto, ejercer el poder sobre el otro,  poseer al otro, lo del otro. Sus victimas eran niños, incapacitados, ancianos y mujeres, sobre todo mujeres, de sus propias familias y grupos sociales. Y entre las cuatro paredes del reducto familiar o social, donde nadie les veía… hacían lo peor.


* La rosa y la cebolla
Rafael Pombo


María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales   (Cantabria)