lunes, 10 de septiembre de 2012

NO ESTÁ LA TAJADA EN EL PLATO POR FALTA DE GATO







Hace cuarenta y seis años que regresé de Sao Paulo, Brasil. Llegué con dieciocho años y completamente destrozada. Pesaba cincuenta y dos kilos, diez menos de lo habitual. Había dejado al amor y con el mi particular mundo ¡Hay penas que no matan, pero, ayudan a morir!
Cuando sucedió trabajaba, como secretaria, en el despacho de abogados, Pinheiro Neto&Gomes de Souza.  Me despedí  de los compañeros  y poco más. No hice lo mismo con las amistades íntimas. No quería arrepentirme. Solo quería poner el océano por el medio y no volver. No volver para no darme de cara con la realidad  y ver al amor con otra…
Vine a parar  en casa de mis tíos, Antonia y Amado. Gracias a mi esfuerzo y tesón  había logrado un  nivel cultural  normal para una  joven emigrante española. Sin terminar  los estudios primarios…Año y medio, en mí querido colegio, SAA. Un cursillo comercial, en el instituto Santana, otro de secretariado ejecutivo, en el instituto Rio Branco y para de contar. Los idiomas  los aprendí por inmersión, luego vino el aprendizaje oficial. En el Instituto Yázigi, Aliança Francesa, el italiano, con una beca del instituto Dante Alighieri y el alemán con el profesor Estanislao.

- Nada mal, si lo comparaba con el resto de las muchachas de Castro-Urdiales. Pero, lejos de lo que estudiaban, mis amigas de Sao Paulo y de mis propios deseos. A mí, me apasiona la ciencia y todo lo relacionado con  la medicina, en todas sus variantes, principalmente, la investigación-

Llegaba de un país libre, crisol de razas y credos. El ambiente donde crecí era un núcleo de trabajo y esfuerzo diario. Casi todos los del barrio éramos hijos o nietos de la emigración. ¡Nadie estaba a verlas venir! A las seis de la mañana de trajín en trajín, hasta, las siete de la tarde. Los matrimonios que podían trabajaban fuera de casa y las hijas, mayores, cuidaban de  la prole. Aquellos, que no tenían hermanos pequeños trabajaban de día y por las noches estudiaban. En el barrio de Santa Inés, solo había un pequeño bar, el  de los padres de Walter, hoy, marido de mi amiga Frida.
Aparte de las familiares se guardaban cuatro fiestas, Navidad, Carnaval, Pascua y San Juan. El resto del año del tajo al trabajo y del trabajo al tajo. Cada cual educaba a los suyos según su raza y religión. Todas las mujeres eran Doñas fueran hijas de fulano o nietas de mengano, vivieran, en mansiones o en barracones y solo había una Señora, “Nossa Senhora da Aparecida”.   Dios estaba en todas las partes y todas las partes eran un solo Dios. Te vestías como te venia en gana y nadie te miraba con ojos de locha o de cordero degollado. Los vecinos formábamos una gran y bien avenida familia. “Nossa Senhora… quanta saudade!”
Salvo el paisaje y los motes de los habitantes de Castro-Urdiales, nada era igual. Lo más doloroso fue tomar conciencia de que mi abuela Flora, ya, no estaba  para protegerme. Porque mi abuela, Flora, a pesar de las mascadas que me metía, nunca me dejó sola.

-Los golpes que se propinaban, a los pequeños, era producto de la edad y de los tiempos. A ésta me la doy una buena somanta… Pero… ¡ojito que no me la toque nadie!-

Las diferencias sociales y culturales eran como las existentes entre, La  Regenta y Gabriela Clavo y Canela. Y de nuevo  las sombras… los marrones…los azulones…Y de nuevo a los cielos plomizos…a los montes pelados...A los  murmullos…políticos…chismorreo…eclesiásticos…cotorreos mundanos…bisbiseo…de polvorones…y…miedos…por los rincones.
Y mientras tanto, fiesta por aquí y fiesta por allá. Que si la virgen del Carmen, que si la de la Asunción, que si el Corpus Cristi, que si la Magdalena y el Pilar. Romería  a  la Aparecida patrona de la montaña, en Ampuero. Romería en Sámano, Mioño, Otañes, Santullán, Cerdigo, Allendelagua, Oriñon.
Boga que te boga, en la ría  y boga que te boga, en la mar. Regatas en Castro-Urdiales, en Santurce, Portugalete, Laredo, Santoña, Santander. Y ¡tarari tarari tarari!  El toro va a salir y ¡olé! ¡oolée!  ¡oooléee! Corrida de toros en las mejores plazas sin olvidar los, famosos, San Fermines, los toros embolados, vaquillas y demás animales castigados.

-Adoraba y adoro el arte que exhibe la fiesta taurina, el colorido, la música,  las carretas, las manolas, las flores, los rejoneadores los toreros, el capote de grana y oro…  los caballos los cascabeles  y los toros. La ceremonia,  su puesta en escena es de por sí y en si  bella. No puedo decir lo mismo del sufrimiento que se les inflige a los animales ni el fatal desenlace. Habría que dejar al toro sin picar y perdonarle la vida. La fiesta sería perfecta.
Si la iglesia modificó el oficio de la sagrada misa del latín a lengua vernácula y de cara a los fieles no de espaldas. ¿Por qué no se puede modificar el final de la fiesta?  ¡Matar la fiesta nunca! Puestos a recortar  que recorten la pena de los animales-

Y conciertos por aquí y venga verbenas y más verbenas…
Así fue como fui conociendo a Castro-Urdiales y sus gentes. Gracias a mis tíos y a las fiestas que se sucedían sin parar enterré, en parte,   la procesión  que llevaba dentro. No parecía haber mucha diferencia entre las amigas que había dejado, en Sao Paulo y las del pueblo. Y, si las había  no me las hicieron notar.
Lo que sí noté era como se relacionaban. Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Los ricos con los ricos y los pobres con los pobres. Doña mengana y Doña cipriana porque eran hijas de, Don Restituto y Doña Perseveranda, y porque vivían en  el palacio Ocharan o en la Barrera. Dios no estaba en todas las partes solo en la iglesia. Y si te vestías con la ropa que traías del Brasil, cuyo colorido era calido y alegre, te miraban con ojos de locha o de cordero degollado. ¿Y la familia? La familia…no recibe. Gracias.
Los mozalbetes con los que nos relacionábamos eran majos, sencillos. Los menos, se quejaban de que no podían estudiar y que no habían suficientes empresas para trabajar. La mayoría de ellos o trabajaba la tierra o iban a la mar.
La tierra daba para comer y poco más, pero, los aldeanos siempre tenían un par de duros, en el bolsillo, prietos bien prietos. Las aldeanas bajaban al mercado  con los burritos cargados hasta los dientes. Ataban a los preciosos animales debajo de las escuelas públicas, frente a la plaza, donde mostraban, vendían  y regateaban el ahínco de sus manos. Pasado el medio día de vuelta a las aldeas con los burros, ahora, fornidos de  enseres de necesidad diaria. Media libra de carne donde Romayor… Las morcillas de Rufino Laca…un par de fanecas de Jesús el potroso…unas hogazas de pan donde el caimán…las barras grandes de Reixa…que si las agujas donde la Pitusa
“Sita, haber si me encuentras un buen pedazo de tela para echar un remiendo porque… éste marido que tengo… rompe más que un mulo y el bombacho tiene que durar hasta la próxima primavera”
Que si a la botica Verde de la plazuela… que si donde, Don Agustín Monteoliva, el médico… que si los sellos donde Estefanía…que si a la ferretería de Agote… a la de Solaun… ¿y como no?...
Allí… medio escondida entre los arcos de la Correría… había un encantado lugar dónde todas las mujeres adquirían rangos nobles y artísticos en, inmediato, plis-plas. Los motes, osa, alipumpo, cagatangartes eran reemplazados por, Soraya, Fabiola, Sisí, Sarita Montiel. Todavía hoy, cuando me paseo por tan exóticos andurriales, puedo recordar a mi tía, Antonia, diciendo a la princesa, Farah Diba… la arena, las bolas maravillosas y  el estropajo van  en el fondo de la cesta…
Los marineros, unos en alta mar, a por anchoas, a por bonito, otros, cerquita a lo que la mar ofrecía. La bahía de Castro-Urdiales rebosaba barcos, botes y motoras. Con su… hoy…te…arr…ui…no…  era lo que decía escuchar la mujer del  marinero cuando, desde el muelle, divisaba  la motorilla vacía. Y parecía verdad porque, la marquesa del Manjúa, mandaba apuntar, en destartalada libreta, lo que acababa de  comprar, chicoria, una oreja de bacalao y jabón del chimbo…ya sabes… Amado… que no falto…cuando abran las fábricas te pago…
Era primavera. Plena costera de anchoa. Y el muelle, las calles, las plazuelas, los comercios y las casas despertaban de su acostumbrada parsimonia y se orquestaba la melodía del trabajo, de la eficacia y de las ganancias sin que nadie les diera cursillos para alcanzar su meta. ¡Pura artesanía!
La flota pesquera de Castro-Urdiales gozaba de muy buena salud y se podían contar los barcos de bajura por decenas. Pescadores habían sido sus abuelos, sus padres…era tal la profesionalidad adquirida y la cantidad de barcos que iban viento en popa a toda vela que sus nombres se repetían,  El María Ester…El nuevo María Ester… el padre…Salvador… el hijo… Salvadorillo…
La industria conservera era fuerte. La pesca que entraba  se subastaba  en la venta…y  saltaban las bolas…y cantaban los números…y se adjudicaban la compra…A principio de temporada las anchoas iban para  el mercado   fresco…por lo general, comprado por mujeres, Paca Azcona, María La Chapao, La Chopera, Gumer… A medida que las capturas iban aumentando y los costes del producto bajando, entonces, eran los fabricantes quienes se llevaban la pesca. Del muelle a la fábrica y de la fábrica al muelle desfilaban, camiones carros y carretillas y alrededor,  cual abejas laboriosas, las manos obreras libaban las flores del mar que les aseguraría el sustento suyo y en  buena medida la del pueblo.
La mayor parte de las anchoas para conserva se elaboraba en fresco, es decir, se descabezaba y se destripaba de inmediato. Cuanto antes se metían en sal mejores eran los resultados. Era uno de los secretos de, las anchoas, saladas “alla vera carne”. Para conseguir la inmediatez precisa se trabajaba a destajo. Y las fábricas se llenaban de mujeres, adolescentes y niños que venían de los hogares humildes de Castro-Urdiales y aldeas.

-Se decía que las manos de las mujeres y de los niños estropeaban menos la pesca… ¡Mentira podrida!  Como decía, Carmelín, un chavalote espabilado que desde niño trabajaba en la fábrica…cuentos italianos…no contratan a hombres porque tienen que pagar más… ¡a ver que le pasa a la difunta si la descabezo, yo! Y se descojonaba de risa…- 

Por venir venían, hasta, de Sopuerta. Venían a por el chamisqui… las pesetucas…para regalar una falda a mi madre…recordaban, en el bar Alfredo, antiguo, Tita.  Con sus delantales improvisados… sus katiuskas y el bocadillo  envuelto en papel… La chavalada andaba revuelta  como gatos alrededor de las anchoas y como  meninos, después de   comer,  solían  recostarse  en las paredes de las fábricas o despatarrarse, al sol, panza arriba, haciendo cuentas de lo que iban a ganar y como lo iban a fundir.
Se habían abierto las fronteras…era el boom de lo extranjero…de los Misters…de los bikinis…a lo Brigitte Bardot…Y los cuatro y el del tambor que   no trabajaban,  hijos de tal y tal y requetetal… ¡más retros que los pelos del culo, que saben que les van a cagar y no se apartan!  Tan perpelutes como los padres que los crió se dedicaban a pasearse, a lo Don Juan, con  extranjeras y de seguido contaban la cantidad de polvorones cepillados y *(1) rapapolvos ventilados ¡Paparruchas!
Los infelices salían, en safari, a la caza de las francesas e inglesas. Las jóvenes extranjeras que, en sus países de origen, disfrutaban de la libertad que en España, aún,  no había llegado, usaban a los insensatos a lo *(2) Guillermina Mota. Tanto es así que, muchas de ellas, venían en busca del  semental de turno que les proporcionara unas vacaciones sin gastos y bien aprovechadas.  Lo sé de buena tinta… cualquier día… publico una de las cartas que me escribieron contando lo de Julio y Angosto, con pelos y señales… ¡Una que tiene lenguas!
¡Los jóvenes hacían…eso! Seguro, os podéis imaginar que hacían los más pellejos. Esos…bueno…No hacían soñaban…. y por las mañanas contaban sus fantasías, muchas de ellas compartida con sus propias mujeres…
Recuerdo una pareja a la que llamaban, Ginger Rogers y Fred Astaire. El chupado del Fred debió de tener alguna de las mencionadas ensoñaciones porque cuando pasaba, él, miraba que quitaba  ropa y ella, pobriña, se aferraba y me miraba como si se fuera a enterrarle los huesiños. Fijaros a que punto llegaron las  frustraciones de aquel par de calenturientos y salidos, pedorros   que prohibieron a la sobrina hablar conmigo.
En su escandalosa ignorancia, los cuatro y el del tambor, no sabían distinguir entre la educación de la mujer francesa y la educación de una americana. La educación de la mujer en España y la de una mujer,  española, emigrante. Para sus males, tuve la desgracia de tener que poner a más de una mosca del vinagre,  en su respectiva tinaja. Era la única manera que tenía de hacerles entender que… ¡No estaba la tajada en el plato por falta de gato! Añadiendo con recochineo que tanto la tajada como el plato eran míos… Y no me lo perdonan…y si no me creéis… ¡preguntárselo  a  León y a sus cachorros…! 


* (1) Rapapolvo: RAE, represión áspera.


* (2) Yo en amores soy muy ligera
Guillermina Motta

¡FINALMENTE HE CONSEGUIDO MANEJAR LA UBICACIÓN: CASTRO-URDIALES,  SOLO ME FALTA LA HORA!

María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales    (Cantabria)