lunes, 2 de junio de 2014

FABIOLOS EN MADRID



¡Ufff! Watson…de vuelta a casa…
Castro-Bilbao-Madrid-http://mariaevangelinacobozaballa.blogspot.com.es/2012/01/madrid.htmlMadrid-Bilbao-Castro. Y, yo, a lo corre caminos…metida en puñetas igual que toda pobre, desgraciada, “Simplemente María”, que osa denunciar a una familia de criminales, privados y públicos. http://www.elcorreo.com/alava/20091230/opinion/maria-jose-carrascosa-20091230.html Recordé, con nostalgia, a Ignacio Gallego. Al movimiento de izquierdas y a la democracia en plena ebullición. Nuevamente, me arañó el pánico. Medio escondidos. Protegidos por la oscuridad de un cine…La desazón…el terrible miedo  La interminable espera… Estaban decidiendo qué hacer con nosotros… A la desesperada, me había presentado en la sede del partido comunista de Madrid. Aterrada. Con mis dos hijos y lo puesto. Sin documentación. Sin dinero. Horrorizada sólo en pensar que, en cualquier momento, me los podían quitar y dejarlos a merced del criminal. ¡Nunca! Les dije a Romero Marín y demás integrantes. ¡Nunca! Cuando me propusieron mediar con Martín Villa, y, mientras tanto, acatar la sentencia de separación. ¡Nunca! ¿Cómo un proceso de separación, sin antes realizar uno por incesto? ¡Nunca! ¿Cómo voy a dejar a mis hijos en manos del violador? ¡Nunca! Si no podéis ayudarme, con la misma, me planto, en la calle. Frente al Parlamento. Llamo a la prensa… ¡Tengo la obligación de amparar, proteger y  defender a mis hijos! ¿No entendéis que me los puede llevar  a Sicilia?  ¡Nunca!  ¡Me subo a la Cibeles! ¡Me siento en los leones y me pongo,  megáfono en mano, a explicar, mi situación a pelo! Y cuando digo a pelo… ¡Vamos, que me despeloto, en vía pública, ¡y que sea lo que Dios quiera! Ahora, con los años, me doy cuenta, el soponcio que supuso, mi entrada, en la sede de Madrid, con dos criaturas y dispuesta a montar ¡la de Dios es Cristo!   
Morena… ¿De verdad que llevabas megáfono?
¡Pues, claro que sí, Wa! Me escapé de Castro-Urdiales y me fui a Madrid, cuando al llegar del hospital de Valdecilla, según bajaba del autobús,  mi hermano que me esperaba, me mete a prisa, en el coche y me  dice  que no fuera a casa porque  por orden del juez, Estanislao Ruiz Zabala, se había precintado y que me estaban esperando para llevarse a mis hijos.¡Socorrrrrrooooo! ¡Nunca! ¡Socorrrrrrooooo! Y, en un tris de luz entre  tinieblas una imagen…La  de una esclava. La de una esclava negra con su hijo en brazos, escapando del negrero escopeta en mano. Hacía por lo menos veinte años que no la había vuelto a ver. Era la hora de los “cartoons”, en casa de Vera Lucía, en el barrio de Agua Fría, Sao Paulo. La esclava negra era alta delgada y saltaba grandes bloques de hielo para cruzar un río, y, así, librarse del negrero y de sus perros. Querían separarla de su hijito al que habían vendido. ¡Socorrrrrrooooo! ¡Nunca! No lo pensé y me escapé. Te lo cuento como fue. Y no lo dudes, Watson… ¡veinte veces que viviera lo volvería a hacer!   -A consecuencia del crimen, y, para demostrar la veracidad del mismo, teníamos los resultados de médicos y psicólogos privados, pero, no teníamos informes médicos de la Seguridad Social. Jacinto Lo Coco Cortázar, nos tenía sin asegurar. Gracias, a Cesar Llamazares y a Pilar Quintanal, tanto mis hijos como, yo, pudimos ser examinados en el hospital público de Valdecilla, por beneficencia- Y, como siempre que me desplazo procuro aprovechar el viaje. En, aquel, los compañeros del partido me habían encargado unos panfletos y un megáfono. ¿Entiendes lo del megáfono? 
Una mujer con dos criaturas, en la sede y con megáfono, en mano… ¡Me figuro que pensarían que estabas loca!
No, Watson, no. El megáfono estaba en una bolsa y las personas  que me atendieron y escucharon habían pasado la guerra. Sabían y sabían. De inmediato, nos socorrieron. Seguros de que estaba dispuesta a montar la de San Quintín, pero, dejar a los hijos en manos del criminal. ¡Nunca!
En la majestuosa capital europea. La corriente de la memoria daba sus inesperadas cabriolas. Hora, en el ahora. Ahora, en el después. A las seis de la madrugada, del pasado viernes día treinta, estaba en Madrid. Tenía que cumplir una promesa. La cosa no salió como me hubiera gustado pero…ya saldrá, Watson…ya saldrá… 
¿Y que se te había perdido en la tierra del requiebro y del chotis? 
Nada más y nada menos que a la jueza, María Servini…si tiras de archivo, Wa, recordarás que, en mi vida, los temas recurrentes han sido la guerra civil española, el holocausto en Alemania  y sus consecuencias…Sigo de cerca lo que puedo y colaboro, *(1) a mi manera, con lo que me dejan. Estoy al corriente de las idas y venidas del más vergonzoso y denigrante aspecto,  de la democracia en España. Los muertos siguen sin sepultura y los familiares sin saber dónde.  
 ¡Los represaliados por el régimen! ¿No?
Sí, Watson.  Sabía que la jueza, María Servini venía a España por la causa. Sabía  día, hora y el recorrido que haría. Sabía que ¡por fin! ¡En fin! por primera vez se hacia oficial la declaraciones de dos de las víctimas. Tenía casi todo preparado para ir a Madrid.  Quería estar allí. Pero, ya sabes, Watson, que en la vida no es cuando uno quiere…sino cuando se puede…y, yo, no pude ir porque no tenía *(2) bufunfa. Quise  vender  las cuatro joyas, pero,  las tenía en casa de terceros y estaban de viaje. Para cuando las vendí se me había echado el tiempo encima. Ir a Madrid,  presenciar un añorado hecho histórico, hacer la denuncia de mi caso y cumplir la promesa.   No iba a poder ser. Pero tenía que ir a Madrid. Tenía que intentar hacer llegar a la jueza mi caso. Como iba a ser imposible, por lo menos, centralizaría la denuncia de los horrores que vengo sufriendo desde  1977, hasta hoy. Lo primero que hice fue localizar a la jueza, María Servini. Estaba  reunida, en el Archivo Histórico Nacional. Llamé por teléfono. Pregunté por ella. Expliqué mi situación y pedí el *corre.,  del archivo y permiso para poder enviar un mensaje. Las personas que me atendieron me facilitaron el corre., y me dieron permiso para enviar el mensaje a nombre de la jueza María Servini. Envié el mismo texto que, anteriormente, había colgado, en mi blog, explicando mis terrores al Sr. Pablo Greiff. http://mariaevangelinacobozaballa.blogspot.com.es/2014/01/pablo-greiff-carta-abierta.html Confirmaron el recibimiento del mismo. Averigüé que la jueza, María Servini, estaría en Madrid hasta el viernes. Compré el billete de ida y vuelta. Preparé los bártulos y rumbo a Madrid. Antes de embarcarme, por precaución, avisé a los amigos, no fuera el caso que a la familia polpettone se le ocurriera decir que estaba desaparecida o cosas por el estilo y tomaran mi casa, como tienen costumbre, a hechos consumados. Y luego…a saber qué te pueden llegar a hacer los criminales… Menos trabajar… ¡son de una imaginación, maquinación, pose  y de un disimulo…¡que no tiene desperdicio! Y están muy requeteorganizados estaba segura que los fabiolos  me rondarían por Madrid.
Y…tú cabeza de chorlito… ¿por qué no fuiste al encuentro de la jueza, María Servini, en   Bilbao? Watson, te vuelvo a repetir que quería estar allí, en Madrid,   y ser testigo de un hecho histórico, largamente, crispado. Denunciar oficialmente mi calvario. Y cumplir la promesa. ¿Y los fabiolos?
 (Continuará)


*(2) dinero, en el argot del portugués equivalente a guita, grana, pasta…
*(3) e-mail
Estoy en el Aula de Cultura Eladio Laredo 
Ordenador, nº, 15: los pololos están de un alterado que no veas he tenido que hacer verdaderos malabarismos para pegar el texto. ¡Me las pagarán!

María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales   (Cantabria)