jueves, 24 de noviembre de 2011

CARLOS LÓPEZ LO COCO




Los sssss... de Jacinto Lo Coco Cortázar, en verano, frecuentaban mi casa... 
Hacerme cargo de hijos ajenos era natural. Mis padres y hermanos habían vuelto a, Sao Paulo. Yo, estaba, sola, con mi primer hijo y con la soledad que sufren, las mujeres que tienen, como marido, a un tarado. Me había desmejorado mucho.
El energúmeno, no dejo pasar ni un mes de la boda para actuar como lo que era, un monstruo. Abandonada a mí suerte, sin cariño, sin afecto y sin dinero. Jacinto, pasaba olímpicamente de mí. Sin embargo, estaba empeñado en que me relacionara con  amistades que hacían cosas jamás vistas, en vivo y en directo, y, más escandalosas que en las novelas  permitidas de la época.
En sus fiestas, las parejas,  se mezclaban, sin ningún tipo de pudor. La ignorancia, los pocos años, el amor que había rodeado mi adolescencia y juventud; al lado de las personas que influyeron en mi carácter con su ejemplo y rectitud, no me dejaba  entender lo que a posterior entendí.
Era gente bruta, abotargada por los excesos, fea y sucia que disimulaba, el olor corporal con grandes dosis de perfume francés. Sus reuniones, un manojo de estupideces juntas. Cualquiera que no estuviera medio piripi o borracho como una cuba, se aburría más que matando un cerdo a besos.
Los amigos, las amigas, las cuñadas y sus cuñados se podían tirar  horas hablando de las cocochas que se habían comido y los pedos que habían soltado, las parejas de turno, mientras,  echaban un polvo. Para más descotorro, se criticaban y despellejaban a quienes estuviesen bajo su prisma.
Abyectas y corruptas me preguntaban a ver cuál   de los maridos me gustaba más…Uno de ellos, cabezón, borrachón y cabrón, me intentaba meter mano, siempre que podía, y, luego, me guiñaba el ojo. Hasta, que probó el insistente pinchazo del imperdible. Arma secreta y disuasoria en extremes cause.
Jacinto, se enfadaba mucho porque decía que, yo, era bastante salvaje y que tenía que ser, más simpática y agradable con sus amigos, porque eran gente muy importante e influyente.  Sin ellos, decía, poco tenemos que hacer para captar  clientes  para la fábrica.
No me creía  lo que me decía porque, en Sao Paulo, llegamos a tener tres imprentas, con un montón de empleados. Todo el entorno de emigrantes, quien más, quien menos, cuidaba de su propio negocio. Los vecinos italianos, doña Filomena y Don Antonio,  una empresa de construcción. Mi novio una de productos químicos. Desde pequeña frecuenté sus fiestas y allí, no veía nada de lo que, a menudo, pasaba aquí.
En una de esas fiestas, el marido  tiró a la mujer, completamente, borracha a la  piscina. Después, se tiró él. Y detrás, se iban desnudando y tirándose, de uno, en uno, de dos, en dos… Cuando el cabezón, borrachón y cabrón se me abalanzó, le di semejante patada, en  las pelotas, que nunca más volví a necesitar del imperdible. A partir de eso, pasaba manteniendo  a raya la distancia y mirando de reojo.
No me gustaba aquel ambiente ni el modo que tenían de relacionarse. De bar, en bar comiendo y bebiendo como cerdos. Y con las criaturas tragando el humo de sus cigarros y puros. Pocas veces participé de aquellos encuentros y nunca me integré.
Mi vida era trabajo casa. Casa, trabajo. Cuando, los sssss...de Jacinto venían a casa, me desvivía, eran  tan buenos. Por general, venían  Ca, Na y Riajo. Me hacían mucha gracia porque aparecían ataditos  a la mano de Riajo. Riajo, era la madrecita de Na. y de Ca. Este último, hasta los seis años, no había quién le entendiera palabra. Era, la madrecita, quién hacia de interprete.
Los quería. Cuando podía, me los llevaba de excursión, al monte o de merienda. Tengo varias fotos haciendo una chocolatada, en el Castillo Ocharan.  Una merendola, en Cotolino… Me querían. Lo sé. Y me miraban  con el cariño que mira un niño a un ser que por momentos les hacía sentirse protegidos y felices. Durante los diez años, que duró el matrimonio, frecuentaron mi casa con alegría, confianza y cariño.
Qué les ha llevado a portarse de la manera como se comportan, no lo sé. Solo sé que, Carlos López Lo Coco, ha colaborado, en el libro, “Aciughe salate alla vera carne: Historia de los salazoneros italianos en Cantabria”, del escritor, Luís Javier Escudero Domínguez  y los datos facilitados, faltan a la verdad. El mismo tipo de colaboración ha realizado, el Ilmo., y Excmo., Gaetano Lo Coco Cortázar, en el libro del escritor, Nicolò Lo Coco Sanfilippo, “…Paese di Mare…”  
La empresa, Conservas Nicola Lo Coco S.A., era propiedad de Jacinto Lo Coco Cortázar. El capital de la empresa está constituido con mis bienes gananciales. Y la patente, Ángelo Parodi, era propiedad de, Jacinto Lo Coco Cortázar, también, comprada con bienes gananciales. El fraude se realizó en la notaria Arenal, bajo el notario, Don José Jesús del Arenal y Bedoya. 

Y por si no te has enterado…

* Alla vera carne de mi carne…
* Notaria Arenal
* Excmo., e Ilmo., Porco

“El artículo 451 del Código Penal castiga al que "con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución ocultando, alterando o inutilizando el cuerpo, los efectos o los instrumentos de un delito para impedir su descubrimiento". 



María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales   (Cantabria)