sábado, 20 de octubre de 2012

SECUESTRO: DEL HOSPITAL DE CRUCES AL DE ZAMUDIO




¡Qué, Watson! ¿Te gusto el chiste alemán? Muy elemental. ¿Verdad, querido? Si, los europeos del sur permitimos que nos suban-estrujen-bajen y no hacemos nada para combatir la fiereza de la Bundabank, seguirán desarrollando el papel dictatorial  de los poderosos. Nadie duda de su inteligencia y capacidad histórica  para el orden y la economía. Sin embargo, la cagan con la pata de atrás porque, a consecuencia de su particular talón de Aquiles, olvidan la inteligencia emocional tan importante para el equilibrio armónico del ser. El uno sin el otro, inevitablemente,  nos abocan a una guerra donde perdemos todos. Watson, ¿Te imaginas si cambian la fiesta de la cerveza por el tea party? ¡Uiiii...qué miedo! ¡No a las guerras!
El mejor método que poseen los subidos-estrujados-bajado para combatir el abuso de poder  es la unión y la organización, pacifica y vigilante. ¡No hay otra! Si, delegamos los derechos adquiridos a personas que cuando toman el mando de un país hacen partido, en lugar de hacer pueblo, patria, nación; estamos dejando  hacer bajo el prisma de una ideología que no respecta la totalidad de los individuos. También, es importante no  olvidar que, “tiempo es dinero gane dinero no perdiendo tiempo”. Es una de mis frases predilectas, fruto de las lecturas  del almanaque, Reader´s Digest.  Mr. Phiro, después de leerlas  traía las revistas a casa y luego mi padre se aficionó y no faltaban. Recuerdo que por los años sesenta una emisora de radio, en Sao Paulo, hacia suya la frase.
Bueno, Watson, ya sé que te dejé con la miel en la boca porque a ti como a todo mortal cuando mencionan ciertos vocablos como diría, el profesor,  Balbino, “calenturientos”, los circuitos cerebrales se ponen al rojo vivo. Sí, Watson, sí. Uno, de los tantos amantes que me han adjudicado, pensaba hacer milagros a sus ochenta y pico. Y, entre, la Olatz, el Olotz y los Olentzeros...¡ me estaban preparando un belén de traca! Menos mal que los que me conocen saben que después de lo visto… ¡ande o no ande caballo grande!
Para que no tengas malos pensamientos, me explico. Como le dije a un amigo…Se había empeñado en convencerme  que la experiencia sexual es más importante que la potencia. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Por más experiencia que tengas, si, no llegas no llegas, y, si, solo da para uno ¿de qué te sirve la experiencia? Es que los hombres maduros…decía. ¡Déjate de pamplinas! Le conteste, si lo que vas buscando es sexo del bueno, ese que te convierte, por instantes, en divina… Prefiero que no tenga tanta experiencia pero que te suba al Olimpo tantas veces cuanto aguante el valiente.
En esas estábamos. Y vinieron más. Las termitas no perdían el tiempo. Tenía a los que me insultaban, me escupían, me tiraban piedras, anguilas vivas y orines. Estaban los familiares y amigos haciendo la ronda por las esquinas y comentando lo mala y follonera que era. Tenía la pared de mi casa por dentro y por fuera completamente tomada y destrozada, merced, al ejercicio de poder cometido por la ejecución de las obras del Hotel de Portugalete y por la desfachatez de los dos únicos vecinos y propietarios  del tercer y segundo piso del edificio.
No recibía los avisos de correo. Día que pasaba un nuevo cristal roto, una pared rumiada…En la  pared de la planta baja que recorre  el cantón. En la repisa de una de las ventanas del garaje,
-ventanas que  durante la rehabilitación  han tapado, sin mí consentimiento, alterando la fachada-
se sentaba una pareja. Y, mientras estaban sentaditos se dedicaban  a raspar la pared y arrastrar los trocitos que podían. Dejaron alrededor de cada repisa donde se sentaban pequeñas marcas que unidas a la rupturas de la bajantes, internas y externas, aquella conservada pared tomó el aspecto que lucen en otoño,  los árboles de la barrera de Castro-Urdiales. Moteada en verdes, cremas, grises y marrones. ¡Puro impresionismo! El pájaro que lo hacía a tiempo pasado le vi trabajando de butanero.
Si, sumas, los desperfectos ocasionados en la esquina del edificio cuando descargaban, en el cantón, para bien estar del hotel, y, añades lo que hacían a hurtadillas las furgonetas, los todo terreno, coches y demás vehículos que aparcaban, sin problemas o multas, pegaditos a la pared del cantón. ¡No tengo que tirar más de la cadena!
Mi cuerpo estaba sufriendo avatares parecidos a los padecidos por  la casa de Portugalete y  la academia de Castro-Urdiales. Habían sido  estultamente ingeniados y llevados, a cabo, a la usanza   y  medida de los acostumbrados termiteros. En continuado picor silencioso. Después de las pruebas de alergia fui al dermatólogo para que diera remedio a  una grave erupción que  me cubría   cara, ojos y parpados. El resultado fue que la piel estaba siendo afectada por agentes externos. Intercambiando posibles soluciones para saber qué demonios me  fumigaban. Unas amistades me aconsejaron ir a urgencias, en el momento que aparecieran los picores.
El día que fui a urgencias en el Hospital de Cruces aún tenía las marcas de las erupciones en los ojos. Llamé a una amiga a ver si podía acompañarme. No podía. Comuniqué la decisión tomada a un conocido y le pareció bien. Ese mismo  día tenía consulta con el abogado que me estaba llevando el tema de la comunidad de vecinos. Mi plan era ir a urgencias  y posteriormente  al abogado. Salí de Portugalete  pronto y llegué al hospital, antes de las ocho de la mañana. Era el día dos de mayo.
Entré en la sala de espera de  urgencias. Entregué  los papeles que llevaba del dermatólogo. Explique qué me pasaba señalando como tenia los ojos y parpados. Me mandó esperar. Y, pasó la hora y nada. Y, otra y lo mismo. Y, preguntaba y me decían que no había llegado el especialista. Y, me sentaba. Durante la espera estuve de cháchara con varias personas. Unas esperaban que les atendiesen, otras a sus familiares o amigos que estaban siendo atendidos. En esto que ¡mira por donde! se me acerca, un ex alumno y con la frescura y sencillez que conservan los adolescentes me dice: ¿no te acuerdas de mí? 
Era, Chus,  el alegre trasto de un grupo a quién había impartido clases. ¡Jolines, Chus!¡Yo, sí que puedo decir que me han crecido los niños! Recordamos tiempos graciosos me puso al tanto del paradero del resto del grupo y nos contamos nuestras coincidencias en la sala de espera de urgencias. Chus había venido para acompañar a su madre que según  los síntomas hacían prever un amago de infarto. Después de confortarnos se empeñó en invitarme a que fuera a tomar un café con el resto de familiares que esperaban. Le dije que no podía porque tenía que estar, en ayunas. Uno de los familiares observó. Pero… si… son casi las diez ¿cuando piensan hacerte la analítica? Se fueron a la cafetería y volvieron. Estuvimos otro ratillo charlando…Y,  me llamaron para consulta.
Entré donde me indicaron. Allí estaba. Sí. Allí estaba el medico. Me mando sentar y comenzó lo habitual de las consultas. ¿Qué te pasa? El relato de el historial medico y el de tus familiares, poco más. Le dije lo de las erupciones cutáneas, le enseñé el informe medico del dermatólogo y le indiqué que, en el mismo Hospital de Cruces, se me habían realizado pruebas de alergia, dos intervenciones a consecuencia de un cáncer y los electrocardiogramas por la dolencia cardíaca. Me miró y sin hacer ningún tipo de  observación cutánea o cosa parecida, me dijo: “Lo que a ti te hace falta es un ingreso en el psiquiátrico”  Yo, que por lo general me tomo ciertos disparates a cachondeo me sonreí y le dije, con gracia, “Bien, pero, será después de saber qué me produce las erupciones y picores que tengo. ¿No?
*(1) La vida te da sorpresas, Watson... Fue que, no. Que no y que no. Y para dejar más claro que era no…Se abrió la puerta y entraron cuatro hombres y una mujer, vestidos de azul marino. Me agarraron, y, en volandas me sacaron atravesando  la sala de consultas de urgencias del Hospital de Cruces. Al verme asida, sin poderme defender, pedí auxilio. Pensé que el medico se había equivocado…Creí que se trataba de una equivocación. Por favor, por favor, ayudarme, se han equivocado, llamar atención al paciente…por favor… Me metieron en un cuartucho oscuro donde solo había una cama y cuatro aparatos médicos.

Mientras me amarraban  les iba diciendo  que era una equivocación. Que estaba sola. Que ningún miembro de mi familia estaba presente. Que no había cometido nada para aquella actuación. Y que avisaran a la policía o a la atención al paciente. Se llevaron todos los documentos que llevaba al abogado, el bolso y me dejaron en aquel cuartucho. Sin atención alguna desde las once y pico de la mañana, hasta, las cuatro y pico de la tarde. Estaba sin ingerir alimento alguno. Reducida, atada y encorreada, con la ropa que venía. De vez en cuando aparecía un celador. Supe que era celador porque me subió en ascensor  la vez que me hicieron un legrado sin anestesia, en ese  mismo Hospital de Cruces.
Y como te decía al tal celador, le pedí repetidamente agua. Agua que no me dieron. Del mismo modo abría la puerta  el que mis amigos llaman, Polimefo, y, el que según la difunta, Carmele, se llama Carlos. Vestido de blanco y en esas circunstancias, su deformidad, inevitablemente, saltaba a la vista. Acostumbrada a los monstruos diarios de mi existencia, aquel ser no me inspiró nada más que lastima. No me dieron  agua ni medicina alguna. Yo, estaba con todos  los circuitos en alerta. No se me pasó por alto ni un solo gesto. Viendo que no me atendían esperé la solución con la paciencia y buen criterio que tengo por costumbre. Pensé, si, hecho a pedir auxilio, a llorar, o,  gritar los  que no me dan agua seguro me vienen a dar otra cosa… ¡Mejor callar y aguantar!  Pasa un buen tiempo y nuevamente aparecen las personas que me habían sacado, en volandas, desde la sala de urgencias.
Me metieron en la camisa de fuerza y me ataron en una camilla. Según, me iban atando  les iba advirtiendo del mismo modo que, en su momento, advertí al guardia de Santander, cuando los nacionales  hicieron una redada  en el  Cordobés de Castro-Urdiales. Me llevaron arrestada. Me tuvieron encerrada sin haber hecho, absolutamente, nada. Estaba celebrando con unas compañeras  los aprobados del curso.

-Me arrestaron, sacaron mis huellas dactilares y me tuvieron encerrada en la cárcel de Santander. Durante el tiempo que estuve en el calabozo no se escuchaba más que gritos y lamentos. Puede que fueran grabaciones pero no lo viví, así. De modo que cuando uno de los policías nacionales me llevó a otro  departamento dejando  al resto de personas arrestadas en libertad. Pensé que me iban a dar la del pulpo…Pasé más preocupación que miedo, Watson,  por el alcance que el arresto supondría para mis  hijos y lo que podría derivar de  una paliza. Por aquellos días  habían sucedido unas cuantas movidas policiales y se habían tomado medidas ejemplares. De modo que le dije al policía, mida bien lo que vaya a hacer porque da la casualidad que  mis hijos tienen doble nacionalidad y mi hermana es brasileña. Se puede montar un fregado de padre y señor mío… ¿y, ya sabe a quién  van a meter en vereda? No me contestó. Me miró y no volvió.-

En el Hospital de Cruces no hubo nada que hacer. Por las fechas ninguno de mis familiares tenía doble nacionalidad. ¡Estábamos, en plena democracia! había pasado la época del palo y al cajón. ¡Ni Pamplona! Aquellos individuos ni se inmutaron cuando les dije. Que estaba sola. Sin familiares. Que no había cometido nada para que me metieran en la camisa de fuerza. Que no había orden judicial. Que  era un secuestro. De los cinco que estaban realizando la operación de atarme bien atada y de recoger mis pertenencias, uno,  dijo, tiene razón… ¿a ver si nos va a pasar algo? También, les dije, me estaban  apretando mucho las muñecas y que  sufría del corazón. No pararon.  Se limitaron  a decir que cumplían órdenes. Por el lenguaje que utilizaron  se me figuró más a policías  que a enfermeros. Me metieron, en un furgón y me llevaron secuestrada al Hospital de Zamudio.
Durante el tiempo que duró el trayecto tenía dos cosas  bien claras, que me iban a tirar en cualquier sitio, o, encerrarme de por vida. Y las causas. Las investigaciones y denuncias del, presunto, robo del hotel, el vaciado del casco antiguo de Portugalete y las personas implicadas. Pensé… si, me opongo o hago cualquier ademán de salir, con la disculpa, me liquidan. Mejor sería llegar a donde decidieran  llevarme, y, allí actuar con mucha cautela. El hecho, en sí, era demasiado grave como para andar con tente en pies. Decidí no mover ni un solo pelo para que las correas atadas al pulso no inflamasen la muñeca y  demostrar con ese simple hecho que me habían amarrado sin motivo ni razón. Era la evidencia de que en ningún momento había puesto resistencia ni cosa parecida.
Una persona agresiva muestra  oposición a las ataduras y se refleja en su propio cuerpo con muestras evidentes de forcejeo. Atravesé no se cuantas curvas y vericuetos lucida, amarrada y en posición horizontal. Probé el gélido pasar de la guadaña y me encomendé a mis santos difuntos. El sentir de  las sensaciones se mezclaba con las sensaciones de otras personas… otros lugares… y…otros tiempos. Tenía la necesidad de llorar. Quería llorar. Imposible, la desolación había secado mis ojos. No tuve ni el socorro de unas cálidas lagrimas.

Intento de secuestro del secretario del ayuntamiento de Castro-Urdiales

Mobbing en Portugalete

Mobbing en Castro-Urdiales: Local

Derramas goteras… Castro-Urdiales

Treinta y cuatro años de indignación

“El artículo 451 del Código Penal castiga al que "con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución ocultando, alterando o inutilizando el cuerpo, los efectos o los instrumentos de un delito para impedir su descubrimiento". 

*(1) Pedro navaja
Rubén Blades

María Evangelina Cobo Zaballa
Castro-Urdiales    (Cantabria)